Hoy se cumplen 30 años del estreno de Casper, aquella película que muchos llevamos en el recuerdo como uno de los grandes iconos de la infancia de los años 90. Se estrenó en Estados Unidos el 26 de mayo de 1995, y rápidamente conquistó al público con una mezcla de humor, ternura y un toque de melancolía que la hacía especial. En España la veríamos poco después, y desde entonces forma parte de esa categoría de películas que, si la pillas en la tele, te quedas viéndola hasta el final, aunque ya te la sepas de memoria.
Porque sí, Casper era un fantasma. Pero no uno cualquiera. Era el más dulce, el más inocente… el más humano de todos.

Una historia con alma (aunque sin cuerpo)
Basada en el personaje clásico de los dibujos animados, Casper fue la primera adaptación cinematográfica del famoso “fantasmita” en imagen real, combinando actores con efectos digitales que en su día fueron bastante revolucionarios. Pero más allá de lo técnico, lo que de verdad conectó con el público fue la historia de un niño que, incluso después de morir, solo quería un amigo.
La trama nos llevaba hasta la vieja y misteriosa Mansión Whipstaff, donde el doctor Harvey (interpretado por Bill Pullman) llega con su hija Kat (una jovencísima Christina Ricci) para investigar fenómenos paranormales. Allí descubren a Casper… y también a sus tres tíos fantasmas: Látigo, Tufo y Gordi, que no son precisamente tan amables como él.
Lo que empieza como una comedia familiar se va transformando en algo más profundo: una historia sobre la soledad, la pérdida y el deseo de pertenecer. Casper no da miedo. Da ternura. Y eso lo convirtió en inolvidable.
Christina Ricci, Bill Pullman y un cameo que nos hizo llorar
La química entre Christina Ricci y Casper fue uno de los grandes aciertos de la película. Su relación, a medio camino entre la amistad infantil y un primer amor inocente, es el corazón de la historia. Y aunque Casper sea un fantasma, su deseo de volver a ser humano, aunque solo sea por unos minutos, nos tocó el alma a todos.
¿Quién puede olvidar esa escena del baile, cuando por un breve instante se convierte en un niño real (interpretado por Devon Sawa) y le dice a Kat: “¿Puedes quedarte conmigo?”? Pocos momentos más icónicos en el cine familiar de los 90.
Además, el filme estaba lleno de momentos divertidos, guiños a otras películas y hasta cameos inesperados —incluyendo a Dan Aykroyd como uno de los Cazafantasmas— que aportaban un plus de humor.
30 años después, sigue siendo un clásico del corazón
Casper no fue solo una película infantil más. Fue una de esas historias que sabían mezclar lo fantástico con lo emocional, el humor con la tristeza, la diversión con la ternura. Y lo hacía sin subestimar al espectador, ni siquiera a los más pequeños.
Tres décadas después, sigue siendo una película que se disfruta con una mezcla de sonrisa y nudo en la garganta. Porque aunque esté protagonizada por un fantasma, habla de cosas muy reales: el deseo de ser visto, de ser querido, de tener a alguien al lado. Algo que, en el fondo, todos compartimos.