Hoy, 9 de mayo de 2025, se cumplen 17 años desde que Dragon Quest Swords: La Reina enmascarada y la Torre de los Espejos llegó a Europa para Wii. Fue una entrega muy particular dentro de la saga, un juego que se atrevió a salirse de la fórmula tradicional de los JRPG y que aprovechó al máximo las posibilidades del Wiimote para ofrecernos una experiencia distinta: empuñar la espada con nuestras propias manos.
No fue un Dragon Quest al uso, pero sí una aventura que muchos recuerdan con cariño, especialmente aquellos que soñaban con blandir una espada heroica frente a monstruos clásicos de la franquicia.

Una historia ligera, pero con encanto
Dragon Quest Swords nos ponía en la piel de un joven héroe que, tras completar su prueba de madurez, se veía envuelto en un misterio que amenazaba al reino. La trama, aunque sencilla comparada con otras entregas principales, mantenía el toque clásico de la saga: héroes, magia, monstruos, y por supuesto, un villano enigmático, en este caso la Reina enmascarada y su oscura Torre de los Espejos.
Contaba con el característico humor, los diálogos desenfadados y ese aire de cuento medieval que tanto define a Dragon Quest. Además, los diseños de Akira Toriyama seguían presentes, aportando personalidad y carisma tanto a los aliados como a los enemigos.
La Wii transformó el combate
Pero lo que realmente hacía único a Dragon Quest Swords era su sistema de combate. Olvidaos de los turnos clásicos: aquí el Wiimote se convertía en una espada virtual, y cada golpe, corte o bloqueo dependía de tu propio movimiento.
La perspectiva en primera persona y el avance sobre raíles nos colocaban directamente en medio de la acción, mientras hordas de enemigos nos atacaban desde el frente. Había que ser rápidos para defendernos, buscar puntos débiles y combinar ataques físicos con conjuros mágicos. No era solo agitar el mando sin parar; exigía precisión y estrategia si querías superar los desafíos más duros.
Era una experiencia inmersiva, que hacía sentir al jugador protagonista directo de la acción. Y aunque algunos criticaron su repetitividad o su linealidad, para muchos fue una aventura divertida y refrescante, perfecta para sesiones cortas pero intensas.
Un Dragon Quest diferente, pero con alma
Dragon Quest Swords no aspiraba a competir con las entregas numeradas ni con los JRPG más complejos. Su objetivo era claro: acercar la saga a un público más amplio y casual, aprovechando la popularidad de la Wii y su control por movimiento. Y, en ese sentido, lo consiguió.
A pesar de sus limitaciones, ofrecía horas de diversión, combates desafiantes en sus tramos finales y la posibilidad de desbloquear nuevas espadas, habilidades y rutas al rejugar las misiones. Además, era una oportunidad única para ver y enfrentarse cara a cara con los míticos monstruos de la saga: limos, dragones, momias y demás criaturas adorables o temibles.
17 años después, un título que merece ser recordado
Hoy, 17 años después, Dragon Quest Swords: La Reina enmascarada y la Torre de los Espejos sigue siendo una curiosidad encantadora dentro del universo Dragon Quest. Quizá no sea el título más ambicioso o profundo, pero sí una muestra de cómo la saga supo adaptarse, experimentar y ofrecer nuevas formas de vivir su mundo sin perder su esencia.
En un momento en el que muchos soñábamos con “estar dentro” de nuestras sagas favoritas, este juego nos permitió hacerlo, aunque fuera por unas horas, y eso ya lo hace especial.