Han pasado ya 18 años desde que Mario Strikers Charged Football llegó a nuestras Wiis, y aún hoy hay quien se acuerda de sus goles imposibles, sus patadas voladoras y esos piques legendarios con amigos en el sofá. Fue un 25 de mayo de 2007 cuando el Reino Champiñón decidió que el fútbol necesitaba menos reglas y más rayos, caparazones y cañonazos. Y la verdad es que, para muchos, fue amor al primer balón.

Fútbol, sí… pero con el espíritu de un combate de lucha libre
Si jugaste a este título en su día, seguro que lo recuerdas bien: esto no era fútbol al uso. Era más bien una batalla campal en la que también había porterías. No importaba tanto marcar como sobrevivir a lo que pasaba en el campo. Ítems por todas partes, bandas eléctricas para achicharrar rivales, y unos supertiros que podían colarte medio marcador de golpe.
Cada personaje tenía su carácter. Bowser era una bestia imparable, Luigi se las daba de técnico, y Waluigi… bueno, Waluigi era Waluigi. Ganar no dependía solo de meter goles, sino de saber cuándo tirar un caparazón rojo, cuándo entrar con los tacos por delante o cómo aprovechar ese segundo de despiste del rival. Era una locura, pero qué bien funcionaba.
Uno de los primeros juegos online de la Wii… y menudos piques
Además, este fue de los primeros títulos de Wii que se atrevieron con el modo online. No iba perfecto, vale, pero para la época era una pasada. Poder enfrentarte a gente de toda Europa con tu equipo de ensueño era lo más cercano a una liga de barrio digital. Y si te ganaban con un supertiro a última hora… te tocaba apretar los dientes y planear la revancha.
Pero nada superaba jugarlo en casa, con colegas. Cuatro mandos, gritos, empujones (reales y virtuales), y esa mezcla de rabia y risa que solo un juego así podía provocar.
18 años después, sigue siendo el más querido
Aunque hace poco tuvimos Mario Strikers: Battle League en Switch, muchos seguimos recordando Charged Football como el más salvaje y divertido. Tenía un toque oscuro, un estilo visual más bruto y una personalidad que lo hacía distinto al resto de juegos de Mario. No era limpio ni elegante, pero te lo hacía pasar en grande.
Y ahora que ha cumplido la mayoría de edad, apetece más que nunca encender la Wii (si aún la tienes por casa), enchufar el mando de GameCube y echar un par de partidos. Solo por revivir ese momento en el que el balón cruzaba el campo entre rayos, explosiones y una risa malvada de Wario.