Cuesta creer que hayan pasado ya 14 años desde que Ocarina of Time 3D llegó a Nintendo 3DS en Europa. Fue en junio de 2011 cuando muchos abrimos de nuevo la puerta al Bosque Kokiri, despertamos con el grito de Navi y comenzamos un viaje que, para muchos, ya habíamos vivido… pero que nunca deja de emocionarnos.
Este remake no solo trajo de vuelta uno de los videojuegos más queridos de todos los tiempos; también nos regaló la posibilidad de redescubrir Hyrule con otros ojos, en una consola portátil que conseguía que aquella aventura épica cupiera en nuestro bolsillo.

Volver a casa
Para quienes habíamos jugado al original en Nintendo 64, Ocarina of Time 3D fue como volver a casa después de muchos años. Todo seguía ahí: la música que se te queda grabada, los templos con sus acertijos, Epona galopando por la llanura, ese momento en el que Link cruza el umbral del Templo del Tiempo y el mundo cambia para siempre. Pero todo se sentía más limpio, más fluido, más bonito. Como cuando visitas un lugar de tu infancia y lo ves con una mezcla de familiaridad y sorpresa.
Y para los que nunca habían tocado el original, esta versión fue la puerta de entrada perfecta. Conservaba todo lo que hizo grande al juego, pero con mejoras que lo hacían más accesible y cómodo: controles más intuitivos, interfaz táctil, apuntado con giroscopio y gráficos actualizados que respetaban el alma del original sin disfrazarla.
Un Zelda que te acompaña
Una de las cosas más bonitas de esta versión es que te la podías llevar a cualquier parte. Ya no hacía falta esperar a llegar a casa para seguir explorando Hyrule. Podías resolver un puzle del Templo del Bosque en el autobús, visitar Kakariko mientras esperabas en una sala de espera o echar un combate en el Coliseo Gerudo antes de dormir. Y en ese formato portátil, Ocarina of Time no perdía ni una pizca de su encanto. Al contrario: se sentía aún más cercano, más tuyo.
14 años después, sigue emocionando
Puede que hayan salido muchos Zelda desde entonces. Algunos más grandes, otros más arriesgados. Pero Ocarina of Time sigue ocupando un lugar especial. Es de esos juegos que no envejecen, que vuelves a jugar y te siguen tocando igual. Porque no es solo la historia o los templos. Es la sensación de aventura, de descubrimiento, de estar viviendo algo grande y emocionante, incluso cuando ya sabes lo que va a pasar.
Hoy, mirar atrás y recordar Ocarina of Time 3D es recordar tardes enteras intentando pescar en el lago, la emoción de tocar una canción nueva con la ocarina, o el escalofrío al entrar al Templo de las Sombras por primera vez. Son recuerdos que se quedan contigo, no por los gráficos o los sistemas de combate, sino por lo que te hicieron sentir.