Parece mentira, pero ya han pasado 16 años desde que Prototype llegó a Europa, un 12 de junio de 2009, dispuesto a sacudir los cimientos del mundo abierto con una propuesta radicalmente distinta. En plena era dorada de los sandbox y los superpoderes, el juego de Radical Entertainment se desmarcó con algo más crudo, más salvaje y también más trágico: la historia de Alex Mercer, un hombre convertido en arma viviente en una ciudad al borde del colapso.
Nueva York, infectada y devastada
El mayor acierto de Prototype fue su ambientación. Nos situaba en una Nueva York devastada por un misterioso virus, donde el caos, los tanques y las criaturas mutantes campaban a sus anchas. En medio de ese infierno, Alex Mercer despertaba sin recuerdos, con un cuerpo capaz de mutar, absorber, correr por las paredes y provocar masacres con sus propias manos transformadas en cuchillas.
Era adrenalina pura. La libertad de movimiento era uno de sus puntos fuertes: podías cruzar la ciudad a toda velocidad, saltar por rascacielos, planear por el aire y aterrizar arrasando todo a tu paso. Todo eso con una banda sonora intensa y un estilo visual que, aunque oscuro y granulado, encajaba perfectamente con el tono sombrío de la historia.
El antihéroe que no sabías si admirar o temer
Alex no era un héroe clásico. No quería salvar el mundo, ni ser admirado. Buscaba respuestas. Y lo hacía de forma despiadada, consumiendo personas para adquirir sus recuerdos, poderes y forma física. Lo interesante es que, aunque sus acciones eran muchas veces monstruosas, no podías evitar empatizar con su búsqueda personal y su rabia contenida. Era una historia de venganza, pero también de identidad y traición.
La narrativa, aunque algo dispersa, tenía momentos memorables. El misterio en torno a Blackwatch, el virus, y el propio pasado de Mercer mantenían el interés mientras el jugador se sumía cada vez más en un conflicto donde la humanidad colapsaba y el poder absoluto corrompía por completo.
Un clásico con garra que dejó huella
Prototype no era perfecto. Su historia tenía altibajos, y su mundo abierto a veces se sentía repetitivo. Pero había algo en su brutalidad, en su ritmo imparable y en esa sensación de poder desatado que lo hacían único. No era un juego que pretendiera agradar a todos, sino uno que apostaba por una experiencia intensa y distinta. Y eso, 16 años después, aún se recuerda.
Tuvo una secuela en 2012, Prototype 2, con otro protagonista y un tono algo distinto, pero el impacto del original sigue siendo el más potente. Y en estos tiempos en los que los superpoderes abundan, cuesta encontrar uno que te hiciera sentir tan imparable como lo hacía Alex Mercer.