El tiempo pasa volando, pero ya han pasado nada menos que 12 años desde que Resident Evil: Revelations llegó a Europa en su versión para PC, PlayStation 3, Xbox 360 y Wii U. Corría mayo de 2013 cuando Capcom decidió llevar este capítulo, que originalmente nació en Nintendo 3DS, a las consolas de sobremesa. Y lo cierto es que fue una decisión acertada, porque lo que en portátil ya era una gran experiencia, en HD se convirtió en todo un homenaje al survival horror más puro.

Muchos lo recuerdan como un respiro dentro de una saga que venía muy volcada en la acción, especialmente tras las entregas más orientadas al espectáculo como Resident Evil 5 y Resident Evil 6. Revelations era otra cosa. Oscuro, pausado, con atmósfera opresiva, y una historia que recuperaba ese tono de conspiración y virus misteriosos tan clásico de la serie.
Un barco fantasma, Jill Valentine y el retorno de la tensión
La mayor parte de la aventura transcurre en el Queen Zenobia, un enorme crucero aparentemente abandonado, varado en mitad del mar Mediterráneo. La idea no podía ser más sugerente: pasillos estrechos, luces parpadeantes, ecos que resuenan en la distancia y criaturas deformadas que surgen de cualquier rincón.
Controlamos principalmente a Jill Valentine, acompañada por su compañero Parker Luciani, mientras investigan una nueva amenaza bioterrorista relacionada con una organización llamada Veltro. Pero como buen Resident Evil, nada es lo que parece, y la historia da más de un giro, alternando localizaciones y personajes sin perder esa sensación constante de “algo va mal”.
Lo que destacaba aquí no era solo el terror, sino el ritmo del juego, mucho más contenido y cuidado que en otras entregas contemporáneas. Volvían los momentos de exploración, la gestión de recursos, los puzles y las puertas que abrías con temor a lo que hubiese al otro lado. Algo que los fans veteranos agradecieron mucho.
Un paso importante para el futuro de la saga
La llegada de Revelations a consolas mayores no fue un simple port. Capcom se tomó en serio la adaptación: mejoraron las texturas, la iluminación, la resolución y los controles, ajustando todo para jugar con mando en pantalla grande sin perder ni un ápice de tensión. Además, la mejora en sonido envolvente y la nitidez de los escenarios sumaron muchos puntos a su ambientación.
También trajo novedades como un nuevo enemigo exclusivo y distintos niveles de dificultad. Y, por supuesto, estaba el adictivo Modo Asalto, una especie de «horda» con progresión y armas desbloqueables que permitía rejugar niveles con objetivos concretos, tanto en solitario como en cooperativo. Para muchos, este modo fue una de las mejores formas de exprimir aún más el título.
A medio camino entre la nostalgia y la evolución
Resident Evil: Revelations supo ofrecer un equilibrio que la saga necesitaba en ese momento. Mantenía elementos clásicos como la tensión, los escenarios cerrados y la investigación, pero sin renunciar a un sistema de combate ágil y moderno. No era una vuelta al pasado, sino una relectura inteligente de lo que siempre funcionó.
Y aunque no tuvo el bombo de otros títulos numerados, con el paso del tiempo ha ganado respeto dentro del fandom. De hecho, funcionó tan bien que acabó teniendo una secuela —Revelations 2— y aún hoy es uno de los títulos que más se recomiendan cuando alguien quiere un Resident Evil más tradicional pero accesible.
12 años después, el Queen Zenobia sigue dando escalofríos
Es curioso cómo hay juegos que, sin hacer mucho ruido, se quedan en la memoria colectiva. Resident Evil: Revelations no fue el más rompedor, ni el más vendido, pero consiguió reconectar con la esencia de la saga cuando más lo necesitaba. Y eso le dio un valor que hoy, 12 años después, sigue siendo evidente.
Si nunca lo jugaste o solo lo probaste en 3DS, esta versión para consolas de sobremesa sigue siendo una excelente forma de disfrutar de una historia intrigante, una ambientación fantástica y una jugabilidad muy bien afinada.
Y si ya lo jugaste… quizá sea el momento perfecto para volver al Queen Zenobia, apagar las luces, subir el volumen y dejar que los pasillos te vuelvan a poner los pelos de punta.