Hoy, 10 de mayo de 2025, se cumplen 9 años desde que Uncharted 4: El desenlace del ladrón llegó a nuestras vidas. Parece mentira, pero ya ha pasado casi una década desde que acompañamos a Nathan Drake en su última gran aventura, un viaje que no solo cerró su historia con broche de oro, sino que también elevó los estándares de lo que podía ser un juego de acción y narrativa en consola.
Aquel 10 de mayo de 2016, Naughty Dog nos regaló algo más que un videojuego: nos dio una experiencia cinematográfica, emotiva y espectacular que sigue siendo, para muchos, el pico más alto de la saga Uncharted.
Un regreso inesperado
Después de los acontecimientos de Uncharted 3, Nathan Drake parecía haber dejado atrás la vida de cazatesoros. Vivía tranquilo, trabajando como buzo, compartiendo una vida sencilla (y llena de ternura) con Elena Fisher. Pero todo cambió con la reaparición de Sam Drake, su hermano mayor, a quien creía muerto.
La petición de Sam —ayudarle a encontrar el legendario tesoro de Henry Avery— empujaba a Nathan a volver al ruedo, embarcándose en una última búsqueda cargada de riesgos, traiciones y secretos familiares. Pero Uncharted 4 no solo era una historia de tesoros y aventuras: era, sobre todo, una historia sobre las relaciones, las decisiones y las consecuencias.
Más maduro, más introspectivo
Lo que hizo especial a Uncharted 4 fue su tono más maduro y reflexivo. Seguía habiendo explosiones, tiroteos y persecuciones imposibles, sí, pero había una sensación constante de que este viaje tenía un peso emocional distinto. Nathan ya no era el joven inconsciente de las primeras entregas: aquí veíamos a un hombre dividido entre su pasado y su presente, entre la emoción de la aventura y la tranquilidad del hogar.
La relación entre Nathan, Sam y Elena era el corazón del juego. Naughty Dog supo darle humanidad a sus personajes, con diálogos naturales, miradas cómplices y silencios que decían más que muchas palabras. El juego nos hizo reír, emocionarnos y, sobre todo, sentir que estábamos viviendo el final de una era.
Un espectáculo técnico sin precedentes
A nivel técnico, Uncharted 4 fue una auténtica proeza. Gráficos impresionantes, animaciones faciales asombrosas, escenarios gigantescos llenos de detalles… Cada localización —de la mansión de los Drake al mercado de Madagascar, pasando por ruinas, selvas y acantilados— era un espectáculo visual que aún hoy sigue luciendo espectacular.
El juego también introdujo nuevas mecánicas, como el uso del gancho, los vehículos o la posibilidad de afrontar los combates de forma más sigilosa. Pero lo que más destacaba era la sensación de aventura constante, de no saber qué locura vendría en el siguiente tramo: una persecución con camiones, una pelea en un barco en mitad de una tormenta, una exploración tranquila en casa… Todo estaba cuidadosamente diseñado para mantenernos enganchados.
Una despedida agridulce
Cuando llegaron los créditos finales, muchos sentimos una mezcla de satisfacción y tristeza. Satisfacción porque la historia de Nathan Drake había llegado a una conclusión digna, emotiva y elegante. Tristeza porque, en el fondo, no queríamos decir adiós.
El epílogo, protagonizado por Cassie Drake, fue la guinda perfecta: un vistazo al futuro, una promesa de que las aventuras nunca terminan del todo, solo cambian de forma.
9 años después, sigue siendo una obra maestra
Hoy, 9 años después, Uncharted 4: El desenlace del ladrón sigue siendo uno de los mejores juegos de PlayStation 4, y un referente en cuanto a narrativa, diseño y puesta en escena. Su legado es inmenso, y su influencia se nota en muchos títulos que han intentado replicar su equilibrio entre acción y emoción.
Gracias, Nathan Drake, por hacernos soñar con tesoros imposibles, por mostrarnos que la verdadera aventura está en las personas que nos acompañan… y por enseñarnos que, a veces, saber cuándo parar es el mayor acto de valentía.