Hoy se cumplen nada menos que 22 años desde que Castlevania: Aria of Sorrow aterrizó en Europa para Game Boy Advance. Es increíble pensar que ha pasado tanto tiempo desde aquel juego que, no solo supuso una de las mejores entregas portátiles de la saga, sino que además se atrevió a mirar hacia el futuro de Castlevania con una propuesta única y valiente.
A día de hoy, muchos lo consideran una joya atemporal, un título que demostró que la fórmula de Symphony of the Night seguía viva, evolucionando y conquistando corazones… incluso en una pequeña pantalla de GBA.

Un Castlevania diferente, pero fiel a su esencia
Aria of Sorrow rompió moldes desde su premisa: por primera vez, la historia no se ambientaba en la clásica Edad Media europea, sino en el año 2035, en un futuro donde Drácula había sido derrotado, pero su legado seguía acechando desde las sombras.
El protagonista, Soma Cruz, era un joven aparentemente normal, arrastrado al castillo de Drácula durante un eclipse solar junto a su amiga Mina. Lo que empezaba como una historia de supervivencia pronto se convertía en una trama llena de misterio, traiciones y revelaciones, con Soma descubriendo un oscuro vínculo con el propio Señor de la Oscuridad.
La narrativa, más moderna y con giros inesperados, aportó frescura sin traicionar la atmósfera gótica y el tono melancólico que siempre ha caracterizado a Castlevania.
El sistema de almas: una revolución jugable
Si Symphony of the Night introdujo el RPG en la saga, Aria of Sorrow fue un paso más allá con su sistema de almas. Cada enemigo derrotado tenía una posibilidad de ceder su alma a Soma, permitiéndole obtener sus habilidades. Había cientos de almas diferentes, divididas en tipos (ofensivas, pasivas, de invocación…), lo que abría un abanico enorme de posibilidades para personalizar el estilo de juego.
Este sistema no solo invitaba a la exploración y al farmeo, sino que también añadía rejugabilidad y estrategias distintas para afrontar jefes y desafíos. Cada alma conseguida era una pequeña victoria, una pieza más en el enorme puzle que era el castillo.
Un castillo lleno de secretos… y música inolvidable
Como buen Metroidvania, Aria of Sorrow ofrecía un castillo interconectado repleto de secretos, pasajes ocultos, jefes imponentes y tesoros esperando ser descubiertos. La sensación de progresión, de ganar nuevas habilidades para acceder a zonas antes inaccesibles, seguía siendo igual de satisfactoria que en entregas anteriores.
Todo ello acompañado de una banda sonora brillante, cortesía de Michiru Yamane, que supo mezclar piezas épicas, melancólicas y energéticas, adaptadas al chip de sonido de la GBA pero llenas de alma. Temas como “Heart of Fire” o “Castle Corridor” siguen sonando en la cabeza de los fans incluso hoy.
Un clásico que sigue brillando
22 años después, Castlevania: Aria of Sorrow sigue siendo una de las cumbres de la saga, y muchos lo consideran el mejor Castlevania portátil jamás creado. Su influencia es innegable, y su legado continúa a través de su secuela directa, Dawn of Sorrow, y de su presencia en recopilatorios como Castlevania Advance Collection.
En una época donde los Metroidvania están más vivos que nunca, Aria of Sorrow sigue siendo una referencia, un título que entendió cómo mezclar exploración, combate, rol y narrativa en un equilibrio casi perfecto.
22 años de un sueño eterno
Hoy, en su 22º aniversario europeo, no podemos sino mirar atrás y agradecer a Aria of Sorrow por habernos llevado una vez más al castillo de Drácula, por habernos dejado descubrir poco a poco la verdad de Soma Cruz, y por demostrarnos que incluso los viejos monstruos pueden renacer bajo nuevas formas.
Feliz aniversario, Castlevania: Aria of Sorrow. Y gracias por recordarnos que, mientras suene esa música y sigamos explorando sus pasillos pixelados, el castillo de Drácula nunca dejará de existir.