Si hay algo que me enseñó el primer Red Dead Redemption es que los vaqueros molan… y mucho, aunque probablemente eso ya lo sabías. Sin embargo, su expansión Undead Nightmare me reveló otra cosa a mi corta edad: que combinar el género western con elementos sobrenaturales abre un abanico de posibilidades, tanto narrativas como jugables, capaces de atrapar a cualquier jugador con solo escuchar la premisa de un forajido enfrentándose a las fuerzas del mal.
Y aunque, para mi pesar y el de muchos más, Rockstar decidió no explorar algo similar en la secuela, en 2022 el estudio polaco Flying Wild Hog nos trajo Evil West, un juego que retoma esa premisa y nos transporta a un Salvaje Oeste, donde las balas de nuestro revólver no están destinadas únicamente a bandidos de poca monta, sino también a criaturas sedientas de sangre.
A pesar de tomar prestados muchos elementos de otros referentes del género de acción y de arrastrar algunos de los pecados habituales de los doble A, Evil West hace lo suficiente para desarrollar su propia personalidad y ofrecer una experiencia extremadamente divertida que recuerda, en el mejor sentido, a los títulos de la época de PlayStation 3 y Xbox 360.
Una trama que dispara directo al grano
Evil West tiene lugar en un universo alternativo del siglo XIX, donde los vampiros —también conocidos como “sanguisuges”— representan una de las mayores amenazas para los Estados Unidos. Para hacerles frente, se funda el Instituto Rentier, una organización secreta financiada por el gobierno y dedicada a rastrear y erradicar cualquier fuerza vampírica que ponga en peligro a la nación.
Nuestro protagonista es Jesse Rentier, agente e hijo del fundador del instituto, el cual se embarcará en una aventura para detener un plan que buscará someter a los humanos de una vez por todas al control total de los vampiros.
La campaña es lo más lineal que uno podría imaginar y serán solo momentos puntuales en los que podremos tomar un pequeño desvio para intentar pillar un coleccionable u obtener un poco más de oro para mejorar el armamento. En total tenemos 16 niveles y nos tomará un promedio de 15 horas poder completarla dependiendo de la dificultad que elijamos y de nuestra habilidad.
La historia no pretende ser un hito en la historia de los videojuegos, sino más bien un hilo conductor. Gracias a ella, nos movemos por localizaciones muy variadas: desde los clásicos pueblos y ranchos en medio del desierto, hasta escenarios más sorprendentes, como una planta de petróleo o una caverna secreta escondida en lo profundo de una montaña.

Cada lugar aporta su propia experiencia al viaje, haciendo que el juego no se sienta monótono, y añade una capa más al disfrute de reventar, ya sea a golpes o a tiros, a los monstruos que nos esperan en cada rincón. Esta combinación de escenarios variados y acción constante nos prepara perfectamente para sumergirnos en donde más brilla: la acción y el combate.
Armas, puños y caos: a lo que venimos a jugar
Evil West apuesta todas sus cartas a un sistema de combate sencillo, brutal y, sobre todo, muy divertido. Afortunadamente, acierta de lleno en todos los aspectos y es el foco de toda la experiencia. Como os mencioné anteriormente, el juego se construye sobre la base de los mayores exponentes del género: principalmente en las dos últimas entregas de God of War, con su cámara en tercera persona y el uso del gatillo derecho para atacar.
La principal diferencia con Kratos radica en que Jesse cuenta con un arsenal más variado, que incluye, por ejemplo, un rifle de asalto, una escopeta recortada, un lanzallamas y otras armas de fuego que prefiero no revelar para que las descubráis por vosotros mismos. También tendremos un dispositivo que recibe el nombre de “el fulminador”, con propiedades eléctricas y que nos permitirá hacer parrys y bloquear proyectiles.
Estas armas se irán desbloqueando conforme avancemos en la historia, y podremos mejorarlas con el oro que vayamos encontrando. Además, al subir de nivel obtendremos puntos de mejora que podremos invertir en un árbol de habilidades para desarrollar nuestro propio estilo de combate. Sacarles el máximo provecho será fundamental si no queremos acabar muriendo una y otra vez.

Todos contra mí… y yo contra todos
La acción se centra principalmente en enfrentarnos a las hordas de enemigos que vienen por nuestro pellejo. El juego cuenta con un bestiario bastante variado y bien logrado, que va desde enemigos comunes —perfectos para machacarlos a golpes y recuperar salud, al más puro estilo Doom— hasta gigantes con armadura o escudos, criaturas voladoras y murciélagos gigantes.
A medida que avancemos, nos pondrá a prueba mezclando a todos estos enemigos en una misma arena de combate. Esto nos obligará a mantenernos en constante movimiento, alternando entre ataques cuerpo a cuerpo, disparos rápidos pero precisos y un uso inteligente de nuestras habilidades especiales.
El resultado es que cada enfrentamiento —mención especial a los jefes finales, aunque son solo cuatro— se siente como un espectáculo de acción brutal, que cuando llegas a dominar te hace sentir como una auténtica leyenda… pero si te confías y empiezas a machacar botones como un vaquero borracho, acabarás más rápido en el suelo que en un duelo con Arthur Morgan.
Carencias que le cuestan el oro
Con todo eso, y a pesar de sus grandes virtudes, tampoco puedo mirar hacia otro lado ni cubrirme con mi sombrero imaginario de vaquero para no reconocer que cuenta con algunos fallos que, aunque comunes en otros títulos doble A, le impiden alcanzar la categoría de sobresaliente.
El diseño de niveles se siente algo arcaico para ser un juego de 2022. Su naturaleza lineal no justifica que, en muchos casos, los escenarios se reduzcan a largos pasillos estrechos, donde solo las arenas de combate ofrecen algo más de amplitud, y eso únicamente por sus motivos evidentes.
Esto se evidencia en otro problema: el backtracking. Las bolsas de dinero, necesarias para mejorar tus armas, están repartidas de forma limitada en cada nivel y, en más de una ocasión —especialmente en tu primera partida—, querrás volver atrás para recoger alguna que dejaste pasar. Sin embargo, el juego no te lo permite a menos que reinicies el nivel por completo, lo que puede generar una frustración innecesaria.
El juego fue desarrollado en Unreal Engine 4 y, que no se malinterprete, visualmente luce muy bien. Sin embargo, hay ciertos detalles que pueden hacerte levantar una ceja, como las expresiones faciales poco trabajadas de algunos NPC, la iluminación en ciertas zonas que llega a dificultar la visibilidad o el hecho de que los personajes no muevan los labios durante los diálogos fuera de las cinemáticas.
Es un título que claramente contó con un presupuesto limitado, y en Flying Wild Hog lo sabían. Por eso, destinaron la mayor parte de sus recursos a pulir un sistema de combate sobresaliente. No buscaban ser pretenciosos ni presentarse como un candidato a “Juego del Año”, sino ofrecer una experiencia de acción brutal y desenfrenada, como mejor saben hacerlo.

Diversión y entrenimiento sin rodeos
Evil West no es perfecto, ni pretende serlo; hasta podrías decir que se enorgullece de su imperfección, porque demuestra que un presupuesto modesto no impide ofrecer diversión de calidad. Flying Wild Hog apostó fuerte por su sistema de combate, y eso se tradujo en enfrentamientos brutales que hacen que valga la pena recorrer cada rincón de su Salvaje Oeste.
Puede que no sea un juego revolucionario e incluso que lo llegues a olvidar con el tiempo, pero no todos los videojuegos tienen que aspirar a la grandeza. A veces lo que importa es solo sentarte, encender la consola y ponerte a derribar hordas de criaturas y sentirte como un forajido legendario aunque sea por unas horas. Evil West cumple exactamente con eso: diversión pura y sin pretensiones.



