Volvemos a meternos de lleno en el meollo del apocalipsis en Dying Light: The Beast, en esta ocasión calzando de nuevo las botas de nuestro querido Kyle Crane, protagonista de la primera entrega. ¿Estabas hasta el moño del SAI, corredor? ¡Pues aún no has visto nada! Átate bien los cordones y calienta como es debido; empieza una carrera de fondo en pos de la supervivencia.

Fecha de salida: 18 de septiembre de 2025
Desarrolladora: Techland
Distribuidora: Techland
Plataformas disponibles: PC, PlayStation 5, Xbox Series X|S
Textos: Español
Voces: Español, Inglés
Plataforma analizada: PC (Steam)
NOTA IMPORTANTE:
Antes de meternos en harina, nos gustaría advertiros de que es posible que a lo largo de este análisis se desvelen detalles y posibles spoilers del primer Dying Light, puesto que The Beast es el juego de la saga que realmente continúa la historia de su protagonista.
Historia: Harran-camos con la trama
Ha pasado mucho tiempo desde que Kyle dejó Harran atrás, aunque jamás habría imaginado que todo lo que vivió allí no era nada en comparación a la que le esperaría en las instalaciones del SAI. Cautiverio, torturas y crudos experimentos fueron lo que Crane tuvo que soportar durante trece largos años. ¿El villano de la historia? El Barón, un hombre sin escrúpulos que portó la batuta durante su confinamiento, algo que nuestro protagonista no olvidará.
Pero todo tiene un final, por suerte y por desgracia. Crane consigue escapar a causa de un sujeto descontrolado y gracias a una aliada externa. ¿Quién es la bestia que arrasa con todo lo que encuentra a su paso? A Crane poco le importa, al menos en un primer instante. Ahora él es más fuerte y posee un poder que tendrá que aprender a controlar. ¿Su objetivo? Ejecutar su venganza y terminar con el Barón de una vez por todas, incluso si eso supusiese perderse a sí mismo para siempre.
Pero eso no es todo. Kyle Crane ya no es quien era, y no solo porque ahora esté mucho más cabreado. Crane ha sido modificado genéticamente, y esto le proporciona un poder no deseado, pero muy útil para su propósito: el modo Bestia. Al principio no podrá controlarlo, como una maldición a la que simplemente tendrá que adaptarse. A golpe de puño, con una fuerza desmesurada y una rabia incontrolable, sus enemigos temblarán al cruzar la mirada con ese lado oscuro y monstruoso.

Jugabilidad: Más visceral, más frenético, más Dying Light
Dying Light: The Beast no se desmarca del resto de la saga. Su esencia sigue oliendo a sangre, parkour y desolación, y eso nos gusta. Techland parece haber dado un golpe en la mesa tras el tropiezo que supuso su segunda entrega, como si dijesen: «Eh, chicos, era una broma. Aquí tenemos lo que llevabais tanto tiempo pidiendo».
¡Parkour!
Vuelve Crane con su parkour frenético, divertido y fluido; sumamente satisfactorio, pero francamente poco realista. Nada nuevo, en realidad, aunque en los videojuegos a menudo pesa más la experiencia de juego que la verosimilitud, y es por ello que no molesta, aunque sí nos puede sacar un poco de onda en algún que otro salto imposible (eso tampoco lo vamos a negar).
En Dying Light: The Beast no parece haber nada inalcanzable. Es difícil ver una construcción a la que no poder acceder. Todo su mundo es tu patio de recreo, tu zona de entrenamiento. Cada cornisa, muro, vehículo y un sinfín de elementos estarán ahí para ser escalados. Incluso han agilizado y dinamizado la carrera y el movimiento en general; ahora Crane podrá agarrarse y tomar impulso en cuerdas, balancearse en salientes o demostrar su velocidad en barreras móviles que no tardarán en perder altura para llevarnos al suelo de nuevo.

El sigilo es importante… pero tampoco nos pasemos
En Dying Light: The Beast, el sigilo puede marcar la diferencia. Tal vez con un poco de cuidado puedas incluso superar toda una zona con un 100% de bajas sin que te detecten una sola vez. Y es que en esta nueva entrega será posible realizar un crítico a los enemigos al pillarles desprevenidos (tanto con sigilo como al desestabilizarlos), normalmente al acercarnos en silencio desde atrás. Además, también podremos ocultarnos en ciertas zonas de baja visibilidad, como dentro de un arbusto. Esto nos permitirá avanzar sin ser vistos y así elaborar nuestra mejor estrategia. No todo iba a ser frenetismo, sangre y vísceras, ¿no? Bueno… Aunque un poco sí.


Si lejos de agazaparte quieres lanzarte a la acción, en esta entrega los coches serán tus amigos. Pero debemos advertirte antes que nada de que atropellar zombis es sumamente divertido y útil… a costa de que nuestro vehículo termine en llamas con solo mirarlo. Sí, sí, como lees. Más te vale cuidar tu coche y no darle muchos golpes, o tendrás que seguir a pie. Otra situación en la que nos dejará tirados será cuando se termine el combustible. Podrás (y deberás) registrar los vehículos que encuentres por la calle para tratar de rascar algo de gasolina, pero no es lo que más abunde, y el pequeñín chupará combustible como un oso comida después de una larga hibernación. Luego no nos digas que no te hemos avisado.
En cualquier caso, es muy útil para llegar rápido y sin riesgo a nuestro destino (más allá de las explosiones); incluso se nos marcará el camino a recorrer en forma de flechas pintadas en el suelo (perfecto para quienes, como yo, se pierden siempre en el mapa).

Enemigos por todas partes
Podemos encontrar diferentes tipos de zombis, lo cual hará más dinámico el gameplay. Repiten curso infectados como los coléricos y aquellos que nos harán explotar si en un despiste golpeamos la bombona que portan en la espalda, pero Dying Light nos sorprenderá con alguno que otro no visto en su primera entrega. Tendrás que molestarte en observar y recordar sus flaquezas y comportamiento, y volverte un auténtico estratega para que los más ágiles no te alcancen o los chillones no llamen a sus amigos.


En The Beast, cobrarán especial importancia las denominadas quimeras. Se trata de fuertes y aterradoras criaturas cuyo ADN, una vez inyectado, hará a Kyle más poderoso, así como a su nuevo poder bestial, del cual hablaremos más abajo. También nos enfrentaremos a bosses que nos pondrán contra las cuerdas. En ocasiones un control minucioso de los tempos, los esquives e incluso cierta estrategia podrán ser clave para vencer tanto a jefes como a quimeras. El universo de Dying Light: The Beast es más agresivo y visceral que nunca.
Equípate como mejor puedas
Las armas, como no podía ser de otro modo, son protagonistas en Dying Light: The Beast. Las mecánicas son prácticamente iguales a las que ya conocíamos pero, francamente, no necesitamos mucho más. Para quienes no conozcan la saga de primera mano, iremos por partes.
Toda arma a melé (las de fuego no, afortunadamente) se estropean con el tiempo, por lo que tendremos que repararlas cuando estén muy deterioradas. Para ello necesitaremos material fácil de farmear, con lo cual esto no erá inconveniente. Sin embargo, estas reparaciones no serán ilimitadas; cada arma tiene un número específico de reparaciones. Una vez se agoten, será mejor que te busques una nueva, o tendrás un grave problema.
Por otro lado, Crane podrá no solo crear nuevas armas, sino modificar y mejorar las que ya tiene. Lo divertido de esto es que, según las mejoras que elijamos, estas podrán aplicar estados, como el veneno o la laceración, haciendo de nuestra arma un letal aliado.


Por primera vez, Crane gozará de la protección que una buena prenda de ropa ofrece, y es que en la primera entrega no era así en absoluto. Lejos de ser un mero complemento estético, las diferentes partes del vestuario de Kyle ofrecerán no solo un índice determinado de puntos de armadura, sino también beneficios variados que afinarán nuestra estrategia. Entre estas ventajas, podemos encontrar, por ejemplo, un incremento del daño que hacemos a distancia, un menor gasto de resistencia al disparar o una disminución en el retroceso de las armas de fuego.

Modo Bestia
Esta entrega trae consigo una propuesta que sin duda hace destacar la jugabilidad a otro nivel en cuanto al combate. Kyle Crane tendrá que lidiar con su Mister Hyde personal: el modo Bestia. Tantos años de pruebas y experimentos han hecho mella en su ADN, y ahora de forma inevitable (al menos al principio) perderá el control, lanzándose a un combate a puño descubierto, con una fuerza sobrehumana y una velocidad endiablada.
Este modo se activará inicialmente de forma automática cuando la barra roja que se encuentra bajo la resistencia se llene por completo. En ese momento, Kyle podrá atacar de forma brutal a sus enemigos durante unos segundos que nunca nos parecerán suficientes. Durante este período, podremos ejecutar acciones, movimientos y habilidades exclusivas (más abajo hablaremos del árbol de habilidades), ofreciéndonos un combate mucho más diverso, que no solo se limita al que ya nos tenía acostumbrados la saga.

Durante el tiempo que dure el modo bestia, nuestro daño y resistencia aumentan, lo cual será sumamente útil de cara a los enfrentamientos contra jefes, quimeras y grandes hordas. No obstante, como ya hemos mencionado, al principio no controlaremos cuándo se activa, por lo que si somos buenos estrategas tendremos que tener siempre un ojo puesto en la barra que lo indica, la cual se llenará al realizar ejecuciones. De este modo, si sabemos que nos vamos a enfrentar a un enemigo peligroso, podría ser buena idea controlar nuestra sed de sangre para forzar su activación en el momento justo, o por el contrario, matar todo lo que podamos de camino a la misión para dejar la barra lo más cerca posible de su culminación.
Habilidades
En Dying Light: The Beast, Kyle Crane dispondrá de un árbol de habilidades que se dividirán en dos tipos principalmente: las habilidades normales y las bestiales. Dentro de las normales, encontramos tres categorías diferentes que nos permitirán progresar de acuerdo a nuestro estilo de juego. ¿Priorizarías la movilidad de Kyle o su destreza en combate? ¿Quizá lo tuyo sea el sigilo? Tú decides en qué gastar los puntos con los que desbloquear las distintas habilidades. Esta capa de profundidad, personalización y estrategia contribuirá a que tus andanzas con Crane sean mucho más disfrutables.
Además, las habilidades bestiales, que hacen adquirir un nuevo nivel de interés al novedoso modo Bestia de la entrega, convertirán a nuestro protagonista en la máquina de matar que todos queremos que sea, porque seamos sinceros: destrozar zombies con nuestras manos desnudas en un mundo postapocalíptico es pero que muy divertido.
- Habilidades de agilidad: fomentan el uso del parkour, haciéndolo más efectivo al darte nuevas formas de moverte a mayor velocidad y con una mayor fluidez.
- Habilidades de poder: enfocadas en el combate, tanto a la ofensiva como al perfeccionamiento de movimientos durante la pelea.
- Habilidades de supervivencia: un batiburrillo de recetas de armas, técnicas de sigilo y alguna que otra optimización para la conducción.
- Bestiales: centradas en el modo Bestia, con ellas Crane adquirirá un poder mucho mayor y un control sobre su condición que nos permitirá disfrutar de un combate mucho más rico e interesante.


Apartado técnico
Francamente, nos ha sorprendido mucho la buena optimización de Dying Light: The Beast en PC, plataforma en la que lo hemos jugado para la realización de este análisis. No hemos sufrido popping y hemos disfrutado de una tasa de frames por segundo bastante sólida y estable, sin tropiezos perceptibles ni molestos que dificultasen el gameplay o amargasen la experiencia.
En cuanto a bugs, salvo un par de glitches menores, no hemos sido testigo de ninguno que merezca siquiera la pena mencionar. Algunas animaciones se sienten menos pulidas o incluso forzadas para hacerlas coincidir con los requerimientos del gameplay, y ha habido algún personaje que nos ha hablado en modo ventrílocuo (sin mover los labios, todo un espectáculo), pero nada que supere lo anecdótico. Techland ha realizado un gran trabajo con la optimización.
Apartado gráfico y artístico
En esta entrega se ha mantenido el estilo visual de la saga Dying Light, lo cual aporta esa unidad que nos conecta, más allá de todo lo demás, a sus antecesoras. La estética visceral no solo sigue vigente, sino que también ha ido escalando en cada entrega. En la que hoy ocupa estas líneas, alcanza su máximo esplendor. Si golpeamos a un enemigo en el rostro, podremos llegar incluso a dejarle sin mandíbula; el juego refleja visualmente muchos de los impactos de nuestros ataques, dándole un realismo que le sienta muy bien, aun no siendo perfecto.
Los paisajes y elementos del entorno convierten su mundo abierto en un lugar que invita a la exploración (así como lo hacen los distintos coleccionables escondidos por toda su extensión). Con el modo foto, el juego nos dará la excusa perfecta para apreciar cada escena y paisaje e inmortalizarlo (y nunca mejor dicho, ¿no?).


Por otro lado, nos han gustado especialmente el diseño de las quimeras, bastante característicos y diferentes entre sí, tanto en comportamiento como en la parte más visual. De igual modo, ciertas zonas harán que nos tensemos en el asiento por la ambientación que con luces, efectos ambientales y sombras sus creadores han conseguido elaborar.

Apartado sonoro
En cuanto al sonido, creemos que alcanza muy buen nivel en sus tres principales aspectos.
En primer lugar, como ya viene ocurriendo desde la primera entrega, gozamos de un completo doblaje al español de categoría. Si bien es cierto que la actuación de Crane suena un poco más forzada (tal vez debido a su cambio biológico y personal habla en un tono más grave, más agresivo), en general nos ha gustado. No obstante, cabe destacar que, mientras en el primer DL era Roger Pera el encargado de poner voz a este personaje, en The Beast el testigo ha pasado a David Robles.
Por otro lado, la música está perfectamente bien elegida. Suena en momentos clave, y asume un papel de peso, acompañando al jugador en las emociones, sensaciones y sentimientos que se quieren evocar en cada momento. Una melodía calmada nos dará un empujoncito para respirar, mientras que otros temas más tensos harán que nos mantengamos alerta.
Los efectos de sonido nos han sorprendido bastante. ¿Recordáis que comentábamos que es la entrega más visceral? Pues no solo es un detalle que se pueda ver, sino también oír. Atacar con un cuchillo y ver cómo la cabeza de un zombi se separa de su cuerpo es algo fuerte, sí, pero lo será mucho más si juegas con auriculares: podrás apreciar el sonido de la sangre gotear, e incluso el gorgoteo provocado por el zombi intentando respirar erráticamente y sin conseguirlo. Asqueroso, pero nos encanta, y a ti probablemente también.
Análisis en video
Conclusión
Crane ha llegado pisando fuerte en una entrega que debió haber visto la luz hace mucho tiempo. Afortunadamente, os podemos asegurar que la espera ha merecido la pena. Dying Light: The Beast pone a nuestra disposición un mundo infecto y decadente, un protagonista movido por la venganza y una jugabilidad que se reinventa respecto a sus antecesores, con un modo Bestia que añadirá una interesante variedad en cuanto al combate. Con enemigos desafiantes, una historia que engancha y un apartado técnico bien trabajado, la última entrega de esta querida saga de zombis se convierte en una buena opción a tener en cuenta para añadir a tu biblioteca, sea para recorrer sus calles y bosques en solitario o con tus amigos.
Lo mejor
- Se recupera la historia de Kyle Crane, lo cual abre una ventana a la nostalgia en cierto modo
- Los diseños de las quimeras son sumamente llamativos
- Jugabilidad frenética y adictiva
- No es necesario haber jugado los anteriores Dying Light para disfrutar y entender The Beast
- Posibilidad de jugar hasta con tres amigos más
Lo peor
- Movimientos poco naturales en ciertas acrobacias
- La variedad de las habilidades podría ser mayor
- Curva de dificultad algo elevada en ciertos momentos
Nuestra valoración de Dying Light: The Beast
