Análisis

Wild Hearts S: Caza salvaje con hilos flojos

Pocas veces he sentido un déjà vu tan exacto. Instalar Wild Hearts S en Nintendo Switch 2 es como revivir esa época en la que los ports llegaban con retraso, tijeras y un poco de cinta adhesiva. Pero lo curioso es que, incluso con todos sus problemas, que no son pocos, me lo he pasado bien. Muy bien, de hecho.

Esa dicotomía extraña, esa sensación de estar jugando algo a medio cocer pero adictivo, es precisamente lo que define esta versión de uno de los títulos de caza más refrescantes de los últimos años. Porque sí: Wild Hearts tiene ideas brillantes, alma propia y momentos memorables. Pero también arrastra decisiones cuestionables y una ejecución técnica que a veces amenaza con devorar su potencial.

Fecha de salida: 25 de julio de 2025
Desarrolladora:
Omega Force y KOEI TECMO
Distribuidora:
Electronic Arts
Plataformas disponibles:
Nintendo Switch 2
Textos: Español
Voces: Español
Plataforma analizada:
Nintendo Switch 2

Historia: Un mundo quebrado

A veces, lo que menos importa en un juego de caza es el porqué. Estamos acostumbrados a que la narrativa quede en segundo plano, subordinada al espectáculo de las peleas y al farmeo sin fin. Pero Wild Hearts intenta, aunque no siempre consigue, darle algo más de sentido a todo ese caos ancestral. Lo curioso es que, cuando te detienes a escuchar, hay más verdad bajo la superficie de lo que parece.

Eres un forastero sin nombre que llega a Azuma, una tierra fracturada por el desequilibrio natural. El mundo se tambalea porque los kemono, bestias colosales que encarnan fuerzas elementales, han roto el flujo de energía vital. Esa energía, conocida como el hilo celestial, te elige como su nuevo portador. No eres el héroe predestinado. Eres alguien roto, perdido, que se encuentra a sí mismo en medio de la ruina. Y en ese gesto —tan silencioso como poderoso— se empieza a construir algo más grande.

La narrativa se desarrolla principalmente desde la aldea de Minato, un pequeño refugio de humanidad donde los personajes, aunque arquetípicos, tienen sus momentos. Hay cicatrices, hay miedo, pero también una esperanza obstinada. Algunos NPCs logran hacerse querer: el herrero melancólico, la boticaria que oculta un pasado doloroso, el estratega que no cree en ti… hasta que sí lo hace.

¿Es una historia compleja? No. ¿Es memorable? Tampoco. Pero hay honestidad en su construcción. No pretende ser una epopeya al estilo FromSoftware, ni una tragedia de proporciones mitológicas. Es una historia de reconstrucción, de segundas oportunidades, tanto para el mundo como para el protagonista. Y eso, aunque se pierda a veces en diálogos flojos o escenas con poca fuerza visual, le da un fondo emocional que no todos los juegos del género se atreven a tocar.

Además, el uso del Karakuri no es solo una mecánica: es una metáfora. Construir sobre las ruinas, adaptar la tecnología ancestral al presente, inventar soluciones en mitad del desastre. En ese gesto hay narrativa ambiental, aunque nunca te lo expliquen con cinemáticas.

En resumen, Wild Hearts no te atrapará por su historia, pero si le das la oportunidad, descubrirás pequeños destellos de belleza entre la caza y la destrucción. Y a veces, eso es todo lo que se necesita.

Jugabilidad: Caza, creatividad y combate

Jugar a Wild Hearts S es como construir una sinfonía improvisada en mitad de un terremoto. Cada enfrentamiento exige concentración, memoria, improvisación, y una pizca de locura creativa. Porque aquí, la caza no es solo cuestión de fuerza: es un arte, y como tal, también es imperfecto, visceral y profundamente humano.

La propuesta de Omega Force apuesta por menos cantidad pero más personalidad. Y aunque en su núcleo se respira familiaridad, especialmente si vienes de Monster Hunter, hay suficientes decisiones de diseño que le dan a Wild Hearts S su propio ritmo y voz.

Cazador sin correa: libertad táctica

Lo primero que notas al empezar a cazar es que el juego no te pone grilletes. Puedes lanzarte al combate desde el primer minuto o explorar a tu ritmo. El mapa no te marca la mano; te la tiende, y tú decides si tomarla.

Cada kemono es un puzle vivo: se mueve, se adapta, muta en mitad del combate. Atacan con patrones elementales, generan entornos hostiles (plantas venenosas, tormentas eléctricas, viento abrasador) y te obligan a cambiar de estrategia sobre la marcha. Y en ese cambio constante está la belleza: aquí no hay rutinas que se repitan sin variaciones.

Solo hay ocho tipos de armas, sí. Pero cada una está tan bien definida, que cuesta elegir una favorita. Desde el peso devastador del nodachi, hasta la precisión elegante del paraguas wagasa, cada arma tiene su propia curva de aprendizaje, ritmo y filosofía de combate.

El sistema de progresión te permite mejorar cada arma a lo largo de un árbol con múltiples bifurcaciones. Y lo mejor: puedes retroceder sin penalización, lo que te invita a probar, experimentar, equivocarte y volver a empezar. Una forma inteligente de fomentar la exploración del sistema sin castigar al jugador.

El alma del juego: Karakuri y su escenario

El Karakuri no es un simple truco. Es la columna vertebral del juego. Una mecánica que no solo complementa el combate, sino que lo define y lo transforma. Puedes construir estructuras simples como cajas, trampolines, postes verticales, que, combinadas, dan lugar a dispositivos más complejos: una catapulta giratoria, una trampa de explosión, o un muro que detiene la embestida de un kemono justo cuando parecía que todo estaba perdido.

Más allá de su utilidad en combate, el Karakuri también sirve en la exploración y en la gestión del mundo. Puedes levantar campamentos portátiles, líneas de ziplines, torres de radar para detectar enemigos o hornos para forjar en mitad del campo. Cada estructura persiste en el mundo, lo que permite moldear Azuma a tu medida. Es una herramienta narrativa, también. Porque construir, en este mundo roto, es un acto de resistencia. Un símbolo de que aún hay cosas por hacer. Aún hay sentido.

Azuma no es un mundo abierto, pero tampoco lo necesita. Está dividido en cuatro regiones principales, cada una inspirada en una estación del año: primavera efervescente, verano árido, otoño crepuscular e invierno implacable. Y aunque el diseño de niveles es contenido, la verticalidad y la movilidad con Karakuri lo llenan de caminos ocultos y secretos.

Cada región tiene kemonos únicos, recursos propios y eventos climatológicos que afectan al combate. La progresión es suave: desbloqueas nuevas herramientas que hacen más accesibles ciertas zonas, y puedes decidir cuándo y cómo montar tu propia red de apoyo: forjas, atajos, tiendas móviles… Es un entorno que no te lo da todo servido, pero tampoco te castiga. Si quieres escalar esa montaña para colocar una torreta aérea, hazlo. Si quieres llenar el valle de campamentos para que cada caza dure lo mínimo posible, adelante. Esa sensación de hacer el mundo tuyo es una de las mayores recompensas del juego.

Ritmo y multijugador

La estructura de juego alterna entre momentos de acción intensa y preparación pausada. Tras cada caza, vuelves a Minato a reponer fuerzas, fabricar nuevas piezas de armadura, mejorar armas, o simplemente hablar con los aldeanos. Y aunque la variedad de tareas fuera del combate es limitada, el juego respeta tus tiempos. No hay prisa. No hay temporizador agresivo. Solo la calma antes de la tormenta. Y eso, en un género que a veces abusa del agobio, se agradece.

En Wild Hearts S puedes cazar con hasta cuatro jugadores en cooperativo, lo cual mejora considerablemente la experiencia respecto al original, que se limitaba a tres. Pero no es oro todo lo que reluce. El juego carece de chat de voz integrado, el emparejamiento es rudimentario y las herramientas sociales son mínimas. Esto puede dificultar la cooperación con desconocidos. Sin embargo, cuando juegas con amigos, el juego cobra una nueva dimensión.

Los roles emergen de forma natural: quien distrae, quien construye trampas, quien cura desde la distancia, quien revienta desde el aire. Y es en esas dinámicas improvisadas donde Wild Hearts S muestra su potencial como juego de equipo. No te impone roles: deja que surjan.

Apartado técnico

Aquí es donde Wild Hearts S tropieza, y no precisamente con elegancia. Esta versión para Nintendo Switch 2 quiere, de verdad lo intenta, mantenerse a la altura de sus hermanas mayores. Pero hay cosas que no se pueden camuflar con buena intención. El título apunta a 60 fotogramas por segundo, pero rara vez se mantienen de forma estable, especialmente en enfrentamientos intensos o zonas con vegetación densa. Hay bajones bruscos que, sin llegar a romper la experiencia, sí la empañan. A veces no te frustras por perder… sino por no haber podido reaccionar a tiempo por un tirón inoportuno.

Las texturas han sido claramente recortadas para encajar en el hardware de Switch 2. Algunos modelos de entorno están menos definidos, las sombras bailan sin coherencia y las animaciones faciales carecen de expresividad. No es un desastre, pero sí una versión diluida del título original. A su favor, los tiempos de carga han mejorado, y la estabilidad general es más que aceptable para tratarse de un juego tan ambicioso en lo estructural. Wild Hearts S no es injugable, ni mucho menos. Pero sí es un claro ejemplo de cómo el apartado técnico puede erosionar la experiencia si no se equilibra con mimo.

Apartado gráfico y artístico

Por suerte, donde flaquea la técnica, el arte se defiende con uñas y dientes. Wild Hearts puede no ser el juego más puntero gráficamente, pero tiene una dirección artística consistente, valiente y evocadora. El mundo de Azuma es un crisol de estaciones eternas, templos rotos por la naturaleza y criaturas que parecen salidas de una fábula escrita en piedra y musgo. Cada kemono es una escultura en movimiento: ciervos con ramas vivas, lobos de hielo, jabalíes volcánicos, todos diseñados con un equilibrio entre lo animal y lo fantástico que impone respeto.

El uso del color es uno de sus mayores logros. Cada bioma está lleno de matices: los otoños son melancólicos, los inviernos desoladores, las primaveras exuberantes. Y aunque la resolución y las texturas no siempre acompañen, la atmósfera se sostiene con fuerza. El diseño del equipo: armas, armaduras, artilugios Karakuri, bebe de la estética del Japón feudal, pero añade un giro steampunk/mágico que le da carácter propio. Hay una coherencia interna que hace que todo encaje: lo que vistes, lo que cazas, lo que construyes… todo parece parte del mismo mundo, y eso no es fácil de lograr.

Apartado sonoro

La banda sonora está compuesta con un gusto exquisito, que evita la grandilocuencia innecesaria y se apoya en instrumentos tradicionales japoneses para crear melodías delicadas, a veces meditativas, otras feroces, siempre acertadas. Hay momentos en los que el silencio pesa más que una nota. Y hay otros donde el crescendo orquestal se convierte en un impulso más para rematar a un kemono justo cuando estás a punto de caer.

El diseño de efectos sonoros es notable: cada arma tiene un sonido propio y contundente, cada paso de una criatura gigante retumba en el pecho, y los Karakuri emiten un zumbido arcano que termina por convertirse en familiar. Hay un mimo casi artesanal en cómo cada acción suena.

El doblaje al castellano, sin ser perfecto, cumple con creces. Las voces tienen carácter, y aunque a veces la sincronización labial parezca improvisada, las interpretaciones sostienen a los personajes incluso cuando el guion flaquea. Los NPC principales logran transmitir emoción, y eso es más de lo que muchos títulos de presupuesto similar pueden presumir.

Conclusión

Wild Hearts S es un juego lleno de contradicciones. A ratos parece una maravilla oculta, a ratos un producto a medio terminar. Pero sobrevive, y lo hace gracias a su núcleo jugable profundamente adictivo y creativo. La experiencia de caza, combinada con la construcción estratégica de Karakuri, convierte cada enfrentamiento en una historia única, escrita con decisiones espontáneas y errores que se convierten en oportunidades. Pocas veces un juego ha capturado tan bien esa sensación de ser ingenioso bajo presión.

Y sin embargo, hay cosas difíciles de perdonar. El rendimiento técnico, los recortes visuales, la falta de refinamiento en su versión para Switch 2… todo eso empaña un producto que, en su día, brilló con luz propia. Aquí, esa luz titila. Pero no se apaga. Wild Hearts S no es para todos. Pero si puedes mirar más allá de las texturas borrosas y los frames perdidos, descubrirás una experiencia de caza distinta, inteligente, exigente y, sobre todo, humana. Una caza que te desafía no solo a vencer, sino a construir tu camino hacia la victoria.

Lo mejor

  • Sistema Karakuri: creatividad real en mitad del combate
  • Kemono memorables y biomas con personalidad
  • Jugabilidad táctica, dinámica y profunda

Lo peor

  • Bajones de rendimiento frecuentes
  • Recortes gráficos visibles
  • Pocas novedades respecto a la versión original

Nuestra valoración de Wild Hearts S

Este análisis ha sido posible gracias a una clave cedida por Koei Tecmo.

Pedro A.

About Author

Historiador, amante del cine, de los gatos y de los murciélagos que protegen la ciudad gótica. Videojugador desde chiquitito, si quieres conquistarme, tu dame un buen personaje y una buena historia y me tendrás en la palma de tu mano.

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