Historia

Europa Universalis IV: jugando con la historia de «Europa»

Hay multitud de juegos de mesa, y variados. Los más interesantes y populares, no tardan en recibir adaptaciones videojueguiles, y hoy hablaremos de uno de estos juegos. Y es que la saga Europa Universalis está basada en los juegos de mesa homónimos, aunque con el tiempo se ha ido expandiendo hasta el punto de que quizá el nombre no es del todo adecuado. En esta ocasión, trataremos el último de esta saga. Hoy, en Jugando con la historia, hablaremos de Europa Universalis IV, desarrollado por Paradox Interactive

Eligiendo nuestro reino

En Europa Universalis IV jugamos con una nación en un periodo que va de la baja edad media a la era moderna. Nuestro objetivo, como siempre, es sencillo: alcanzar la dominación global o, como mínimo, hacer de nuestra nación una que dure para la posteridad. Y es que, pese al nombre de la saga en sí, tendremos no solo el resto de Europa, sino el mundo entero a nuestra disposición.

Al contrario que en otros juegos de estrategia, empezaremos con una nación a medio formar o ya formada de buenas a primeras, así que no tenemos la opción de empezar de 0 como en la mayoría de juegos de este estilo. Tanto su estado político como militar y diplomático se basarán en el estado de la nación en esa época.

Cada vez que empecemos una partida, tendremos un texto que nos explica el estado de la nación elegida en ese momento, siendo una lectura muy interesante.

Por supuesto, empezaremos en un estado similar al que tenía esa nación en la época, pero enseguida nos separaremos de los eventos reales según empecemos a trastear y la IA empiece a hacer de las suyas.

Dirigiendo la nación

Para conseguir nuestros objetivos habrá muchos métodos. El militar es el más directo, pero no el único, pues podemos conseguir la supremacía de otras maneras más sutiles, como intentar llegar a ella mediante el comercio o la diplomacia. En ese sentido, el juego ofrece bastante libertad para dirigir nuestro creciente imperio hasta la cima. Gozaremos de tiempo hasta el año 1821, en cuyo caso la partida acabará (aunque esta también terminará si nos derrotan o anexionan, obviamente).

Por supuesto, no podemos atacar libremente a las naciones de nuestro alrededor: si lo hacemos sin una razón (lo que el juego nombra como Casus Belli), afectará negativamente a las relaciones con otras naciones. Incluso dependiendo de esta Casus Belli, nos mirarán mejor o peor. Por ejemplo, pocas naciones nos verán mal si nuestra razón para ello es ayudar a un aliado a recuperar un terreno propio y, en cambio, nos verán con mal ojo si atacamos a un antiguo aliado sin una razón de peso.

Por supuesto, tampoco tenemos por qué dar nosotros el primer paso. Siempre tenemos otras opciones para provocar al enemigo y que él inicie la guerra.

Y es que es importante la imagen que damos al resto de naciones, pues raro es que seamos lo suficientemente fuertes o ricos como para poder someter al resto de buenas a primeras. No, hay que saber tener paciencia y jugar. Incluso hay otras formas de conseguir otros territorios o «conquistar» otras naciones. ¿Por qué atacar a una nación cuando podemos casar nuestros descendientes con los suyos, y así hacernos con ella cuando el regente actual muera, por ejemplo?

Esto también interesa de cara a nuestra propia nación, ya que hemos de mantener contentos a nuestros propios súbditos. Incluso aunque vayamos ganando, iremos perdiendo favor de estos. Esto podría desencadenar más problemas; no puedes ganar una pelea con el exterior si tienes enemigos en tu propio suelo.

La complejidad de dirigir una nación a la cima

Por supuesto, los problemas no terminan ahí. Siendo un juego de estrategia que sigue muy de cerca la realidad de dirigir una nación en esa época, hay muchas cosas a controlar. No solo las cosas ya comentadas, sino el estilo de gobierno que usemos, la religión de nuestra nación, así como nuestra relación con la iglesia, nuestro propio gobernante o sus consejeros (la gran mayoría siendo personas que existieron por esas fechas).

Como consejeros podemos contratar nombres muy famosos, como Joanot Martorell, el escritor de Tirant Lo Blanc.

A la hora de combatir, tampoco dirigiremos las batallas en sí. Estas son simuladas, pero depende de multitud de factores, como el tipo de unidades que se enfrentan, o la moral de cada una. Al ganar batallas, iremos ganando puntos de «guerra». A más puntos, más cosas podemos exigir a cambio del cese de las hostilidades.

También tenemos que cuidar la producción de nuestras ciudades, así como sus defensas, e ir avanzando nuestra tecnología, no sea que nos quedemos atrás en ese terreno tampoco. Asegurarse de tenerlo todo controlado no es nada fácil.

Conclusión

Europa Universalis 4 es un buen juego no solo para complacer nuestra vena «imperialista», sino también para darnos cuenta de las complejidades que traía el dirigir una nación en esa época. Eso hace que quizá el juego no sea para todo el mundo, pero aquellos que disfruten de los juegos con una alta complejidad se lo pasarán como nunca en Europa Universalis IV.

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Jose Antonio

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