Historia

Rise of the Ronin: Jugando con la historia del final de los Tokugawa

Hoy volvemos a Japón, y de la mano de Koei Tecmo otra vez. Y es que ellos tienen un catálogo muy rico de juegos históricos, y como era de esperar, Rise of the Ronin es uno de ellos. Junto con una jugabilidad exquisita marca de la casa y tres regiones distintas por explorar, en este juego de mundo abierto reviviremos la caótica época del Bakumatsu (que significa «Fin del Bakufu«), el fin del reinado de los Tokugawa y del Shogunato como forma de gobierno. Así que hoy, en Jugando con la Historia, jugaremos al Rise of the Ronin y a la era del Bakumatsu.

El Shogunato de los Tokugawa

Como comentamos en nuestro pasado artículo, el clan Tokugawa se hizo con el liderazgo de Japón en la batalla de Sekigahara. Hubo ciertas fricciones entre los Tokugawa y sus antiguos clanes enemigos a la hora de repartir los terrenos, pero se lograron frenar las críticas en un principio. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el descontento de los distintos Daimyo (los que gobiernan cada región en nombre del Shogun) crecía.

Eventualmente, Japón acabó cerrando sus relaciones con otros países extranjeros, manteniéndose aislada bajo un conjunto de políticas conocida como Sakoku, lo que incrementó desconfianza que los japoneses tenían hacia el resto del mundo. Aunque técnicamente los Holandeses y los Chinos estaban exentos del cierre de Japón, el control y los límites que estos tenían en el país nipón era creciente y, a causa de ello, también disminuyeron el contacto.

Nuestro protagonista es el superviviente de una masacre causada por el Shogunato Tokugawa y es adoptado por el clan Kurasu y la organización Hoja Velada, aunque acabara abandonándolos y volviéndose un Ronin.

La llegada de América

Todo empezó a cambiar en 1853, con la llegada de una pequeña armada americana liderada por el comodoro Mathew C. Perry. América recientemente había adquirido un interés en establecer una relación comercial con Japón, así como la intención de establecer el país como punto de apoyo para navíos que requirieran de reparaciones y mantenimiento. Ya lo había intentado un par de años antes con James Biddle, pero las negociaciones fracasaron.

Mathew tenía permiso para usar cualquier medio a su alcance para lograr su propósito, algo que no tardó en utilizar. Ignoró la petición de los japoneses de dirigirse a Nagasaki (donde estaba el puerto designado para lidiar con extranjeros) y amenazó con que se iría a la capital y la reduciría a cenizas. Los japoneses cedieron y le permitieron atracar en Kurihama, donde les daría la carta del presidente.

Por supuesto, eso no le frenó a la hora de hacer un par de expediciones a Edo, con el expreso objetivo de provocar a los japoneses. Cuando estos respondieron, los soldados americanos dispararon al agua con sus armas de fuego, mostrándoles su poder militar. Una vez hecho esto, se marchó por un tiempo, pero dejando claro que volvería un año más tarde para conocer la respuesta del país nipón.

Un impreso japonés de 1854 describiendo la llegada de los «Barcos Negros«, la primera expedición de Mathew.

La apertura de las fronteras

No hace falta decir que tremenda entrada causó el caos en el gobierno japonés. Al poco de la marcha de Perry, Tokugawa Ieyoshi murió, dejando al cargo a su hijo Iesada, pero siendo este muy joven aún para gobernar. Sería el «Concilio de Ancianos«, liderado por Abe Masashiro, el encargado de tomar una decisión.

Abe se veía en una encrucijada: no se veía en posición de denegar la petición de los americanos, pero al mismo tiempo se veía inseguro de usar su autoridad para tomar una decisión tan importante. Intentando decidirse, hizo una encuesta entre todos los Daimyo, pero no solo falló en sacar algo en claro (pues hubo un empate entre ceder o no), sino que además dio la imagen de que el Shogunato era débil e inseguro.

Tal como prometió, Perry volvió un año después con una armada mayor y dejando claro que no volvería a América sin el trato. Japón, viéndose incapaz de defenderse de una armada así, acabó cediendo a casi todas las peticiones de los americanos. El 31 de marzo del 1854 se firmó él «Tratado de Kanagawa» entre Estados Unidos y Japón.

Durante el juego interactuaremos con notables personas de la época como Ryōma Sakamoto, o el mismo Mathew Perry.

La ruina y el descontento crece

El tratado era enormemente favorable para Estados Unidos, pero no tanto para Japón. La moneda japonesa se devaluó y la inflación crecía. Tras el éxito de los americanos, otros países occidentales pasaron a presionar a Japón para conseguir tratos similares. Japón sufría una crisis económica devastadora y, con ella, empezó a crecer el sentimiento ultranacionalista. No solo empezaron a salir opositores al gobierno de Tokugawa, sino que además se empezó a asesinar a las personas favorables al tratado.

El descontrol crecía y pronto se empezó a atacar a ciudadanos y edificios de origen extranjero. Los occidentales deseaban castigar a los culpables de estos atentados, pero los Daimyo se negaban a entregarlos. En especial, las regiones de SatsumaChôshû y Tosa se convirtieron en un escondite y espacio seguro para aquellos que se oponían al Shogunato Tokugawa.

El emperador responde

La confianza y autoridad del Shogunato estaba por los suelos. Viendo como el país se sumía en el caos, el Emperador mismo (que hasta ahora había sido una figura simbólica, sin ningún poder «real») emitió la orden de expulsar a los extranjeros. Eso no hizo sino minar aún más la confianza de la gente en el Shogunato, por lo que tanto los que se oponían a los extranjeros como los que se oponían al reinado de los Tokugawa en sí pasaron a obedecer la orden del emperador. Los ataques a extranjeros y sus simpatizantes empeoraron e incluso llegaron a asesinar a altos cargos, como el Daimyo Ii Naosuke.

Ilustración de 1860 de autor desconocido sobre el Incidente de Sakuradamon, donde Ii Naosuke fue asesinado.

En los años siguientes empezaron a surgir rebeliones contra el Shogunato, pero gracias al armamento occidental que poseían podían mantener estas rebeliones a raya. Los extranjeros también lograron restablecer sus posiciones en Japón por medio de la fuerza y la superioridad armamentística. La lección era clara: Japón, tal como estaba ahora, era incapaz de ganar un pulso a los occidentales en cuanto a potencia militar.

Sabiendo esto, el sentimiento xenófobo se calmó, aunque solo fuera por mero pragmatismo. La idea ahora era aprender de ellos y de su poder, y usarlo para echarlos algún día. Pero si algo se mantuvo fue la desconfianza y el descontento de la población con el Shogunato; veían importante cambiarlo por un gobierno distinto y fuerte.

Los últimos coletazos del Bakufu

Tras la muerte del último Shogun (Iemochi Tokugawa), le sucedió Yoshinobu. Yoshinobu intentó negociar con las fuerzas anti-Shogunato un término medio en el que devolvía parte de sus poderes al Emperador y reconocía su autoridad mientras él seguía en el puesto. Sin embargo, eso no fue suficiente para aplacar la ira de los anti-Shogun, que prefirieron aprovechar y llevar la rebelión a la misma capital de Edo. En respuesta, Yoshinobu creó a los Shinsengumi, una fuerza policial formada por samuráis leales al Shogun, con el objetivo de enfrentarse y contrarrestar los ataques de las fuerzas anti-Shogunato.

Fotografía de autor desconocido de Yoshinobu Tokugawa con sus ropas ceremoniales.

Aunque de por sí los Shinsengumi demostraron ser eficaces a la hora de enfrentarse a sus enemigos, en la práctica lo único que lograron fue escalar el conflicto, causando que Edo cayera aún más en el caos. Eventualmente, las tres regiones de SatsumaChôshû y Tosa se unieron bajo un mismo ejército.

Las fuerzas del Shogun y de los anti-Shogun se enfrentaron finalmente en la Batalla de Toba-Fushimi. Pese a la superioridad numérica de las fuerzas pro-Shogun, los Anti-Shogun se alzaron victoriosos. Las hostilidades continuaron por un tiempo después, pero arrinconado al fin, a Yoshinobu no le quedó otra que rendirse finalmente.

Le arrebataron el título y casi todas las tierras, y el poder pasó a manos del Emperador, empezando lo que se conoce como la Restauracion Meiji. Aunque eso sí, eventualmente fue perdonado y se le acabó concediendo el título de Príncipe. Y la mayor ironía de todas, la Restauración Meiji empujó a Japón a la globalización.

Jose Antonio

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