Opinión

God of War y el futuro de los dioses

En la saga God of War, cuando Kratos dejó de empuñar sus espadas como castigo y comenzó a usarlas como escudo para su hijo, comprendimos que ya no era una saga de furia, sino de humanidad. God of War y el viaje desde las ruinas ardientes del Olimpo hasta los valles helados de Midgard fue algo más que un cambio de ambientación: fue una reconstrucción emocional. Una reinterpretación del mito en clave de introspección.

Pero ahora que el estruendo de Ragnarök ha cesado, lo que queda no es vacío, sino un silencio expectante. ¿Dónde se dirige una saga que ya ha dicho tanto? ¿Qué sentido tiene continuar cuando se ha alcanzado un cierre casi perfecto? Las respuestas no están en el combate. Están en la herencia. En la posibilidad de que el legado, como los mitos, muten sin morir.

Entre cenizas y caminos

La conclusión de God of War Ragnarök parecía, en muchos sentidos, definitiva. Kratos, habiendo sido hijo, padre, monstruo y mártir, alcanzaba finalmente la paz. Su mirada final al mural, revelando un destino en el que es venerado como salvador, no como destructor, simbolizaba una redención largamente negada. Por primera vez en su historia, Kratos no estaba huyendo ni combatiendo: estaba aceptando. Había dejado de ser un arma para convertirse en un hombre. Y eso, en el mundo de los videojuegos, es un final tan redondo como infrecuente.

Sin embargo, ese cierre no es clausura. Como sucede con los buenos mitos, los ciclos terminan solo para dar paso a nuevos relatos. Kratos ha dejado un espacio que no se siente vacío, sino fértil. Porque si algo ha demostrado Santa Monica en estos años, es su capacidad para repensar sus pilares sin romperlos. God of War (2018) no fue una continuación, sino una revolución silenciosa. Ahora, el futuro podría moverse con la misma audacia. Ya no desde la grandilocuencia del combate, sino desde la contemplación del cambio.

El juego no necesita volver a empezar. Necesita transformarse. Y en ese tránsito, Atreus se dibuja como el puente hacia lo que viene.

Atreus, el reflejo roto

Atreus no es solo el hijo de Kratos: es la inversión total de su figura. Si Kratos representa el trauma, la ira contenida, la carga del pasado, Atreus es posibilidad, impulso, apertura. Donde Kratos mata, Atreus dialoga. Donde su padre reprime, él pregunta. Donde uno destruye, el otro busca. Su arco narrativo, aunque entrelazado con el del Fantasma de Esparta, ha crecido lo suficiente como para independizarse. Y en esa separación, nace una oportunidad narrativa única: reimaginar God of War desde una sensibilidad distinta.

Pensar en un juego protagonizado por Atreus es imaginar una experiencia menos centrada en el combate directo y más interesada en la exploración, en la conexión con el mundo, en las tensiones morales del poder. Podríamos estar ante un juego que no rehúye la acción, pero que la emplea como vehículo, no como núcleo. Quizá algo más cercano a Shadow of the Colossus, Journey o incluso The Legend of Zelda: Majora’s Mask: obras donde la melancolía y la identidad pesan tanto como la espada.

En términos jugables, el potencial de Atreus es casi inabarcable. Su habilidad con el arco, su vínculo con los animales, su dualidad como humano y gigante, su juventud y su constante necesidad de hallar su lugar en el mundo… Todo ello configura un personaje ideal para abrir un nuevo ciclo en la saga. Uno que no rehúya el legado de Kratos, pero que tampoco dependa de él.

Renacimiento desde los márgenes

Los rumores más persistentes señalan que Santa Monica está trabajando en un spin-off ambientado en la antigua Grecia, en formato 2.5D, con una jugabilidad más contenida. A priori, esto podría parecer una regresión. Sin embargo, también puede interpretarse como un gesto deliberado de humildad creativa. En vez de lanzarse de inmediato a otra superproducción, el estudio experimentaría con las formas, los ritmos y los límites de su universo narrativo.

Un God of War lateral, más cercano al metroidvania o a la acción estilizada de títulos como Ori and the Blind Forest o Hollow Knight, no es un paso atrás, sino una poda necesaria. A veces, para que un árbol siga creciendo, hay que cortarle ramas. Y puede que Santa Monica esté haciendo justo eso: reducir para redefinir. Mirar al pasado no como nostalgia, sino como herramienta de creación.

Este tipo de propuesta también serviría como espacio seguro para explorar lo que no se ha dicho: las secuelas invisibles del paso de Kratos por Grecia, los personajes olvidados, los templos abandonados. Un mundo que ya conocemos, pero desde perspectivas nuevas. Desde abajo, desde los restos, desde la intimidad. Porque no todas las batallas necesitan un ejército para ser épicas. A veces, basta con un silencio, un eco, una cicatriz.

El rugido del desierto: Egipto y Seth

Recientemente, han comenzado a circular rumores consistentes sobre una nueva entrega de God of War ambientada en la mitología egipcia, con Seth (dios del caos y hermano de Osiris) como figura central del conflicto. Según varios insiders y medios, Sony Santa Monica de la mano de Cory Barlog estaría realizando castings de actores de origen mediooriental, posiblemente para un nuevo AAA que marcaría el inicio de una nueva mitología para la saga.

Egipto no es una elección arbitraria. Desde los inicios del reinicio en 2018, Santa Monica consideró esta civilización como posible escenario, antes de decantarse por el norte. La imaginería egipcia, sus deidades, su visión cíclica del tiempo, su énfasis en la muerte como tránsito, ofrece un terreno fértil para hablar del legado, del equilibrio entre caos y orden, de la reconstrucción de un alma quebrada.

Y en el centro de ese tablero aparece Seth, dios del desierto, del caos, del asesinato de Osiris. Un antagonista que, más que un villano, es una idea: la descomposición del orden. Enfrentarlo podría significar, para Kratos o Atreus, no solo batallar contra una entidad externa, sino confrontar de nuevo las ruinas internas de su propio pasado. El caos como fuerza natural. La violencia como equilibrio.

¿Y si este nuevo God of War fuera una odisea en la que Kratos es un símbolo, no un protagonista? ¿Y si Atreus fuese el explorador de un mundo donde la mitología no es amenaza, sino enigma? ¿Y si Seth encarnara la última prueba: no la de matar a un dios, sino de evitar convertirse en uno?

Conclusión: La guerra interior

God of War se encuentra ahora donde estuvo Kratos al inicio de su viaje nórdico: frente al abismo del cambio. Lo fácil sería repetir, amplificar, hacer “más de lo mismo, pero mejor”. Lo difícil es transformarse. Y, sin embargo, ese es el camino que ha recorrido siempre esta saga.

Egipto. Seth. Atreus. La sombra de Kratos. La memoria como arma. La fragilidad como posibilidad. El futuro de God of War no está escrito en piedra, sino en arena. Y como toda buena historia mitológica, puede borrarse con el viento… o grabarse para siempre en la historia.

Porque incluso los dioses, cuando tienen el coraje de cambiar, pueden seguir siendo eternos. Y si os lo que os gusta es Kratos y este universo os dejamos aquí un artículo que os puede interesar.

Pedro A.

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Historiador, amante del cine, de los gatos y de los murciélagos que protegen la ciudad gótica. Videojugador desde chiquitito, si quieres conquistarme, tu dame un buen personaje y una buena historia y me tendrás en la palma de tu mano.

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