Pocos videojuegos han mostrado a la antigua Roma con tanto esplendor como Ryse: Son of Rome. Desde sus primeras escenas, el título desarrollado por Crytek parece una superproducción cinematográfica: columnas de mármol imponentes, ejércitos en formación, bárbaros encendidos por la rabia y un protagonista trágico en busca de justicia. Pero detrás de esa fachada visualmente deslumbrante, ¿Qué tan fiel es Ryse a la historia real del Imperio Romano?
La respuesta es compleja: el juego se sitúa a medio camino entre una fantasía histórica y un homenaje estético. Lo que ofrece Ryse no es la Roma de los historiadores, sino la Roma de los mitos, el cine y el imaginario colectivo. Aun así, esa mezcla entre verdad y ficción nos invita a explorar qué hay de real y qué de inventado en su representación del mundo romano.
Una Roma para los ojos (y no tanto para los libros)
El primer gran acierto de Ryse es su ambientación visual. El juego recrea con meticulosidad las calles de Roma, las fortalezas fronterizas, el Coliseo, las villas imperiales y los campos de batalla. La arquitectura, la vestimenta y los estandartes reflejan un amor evidente por la estética clásica.
Sin embargo, esta Roma es más «hollywoodense» que arqueológica. Por ejemplo, el Coliseo aparece como un lugar donde se organizan espectáculos de gladiadores en honor a los emperadores, algo históricamente correcto, pero lo hace en un contexto completamente anacrónico: en el juego se celebran combates con enemigos britanos o germanos, lo cual es muy poco probable.
La ciudad de Roma también se muestra como una metrópoli blanca, limpia, majestuosa —una visión idealizada que poco tiene que ver con la urbe real del siglo I, plagada de insalubridad, hacinamiento y contrastes sociales extremos.

El ejército romano: entre la disciplina y el espectáculo
Uno de los ejes centrales de Ryse es el ejército. Marius Titus, el protagonista, es un centurión que lidera tropas y participa en campañas militares contra los bárbaros del norte. Aquí el juego acierta en transmitir la importancia del ejército como columna vertebral del Imperio. La legión romana, temida por su disciplina y organización, se representa con formaciones como la testudo (tortuga) y maniobras tácticas reconocibles.
Pero esa fidelidad es más estética que funcional. El combate se basa en ejecuciones coreografiadas y combates uno a uno que ignoran la verdadera naturaleza del conflicto en la Antigüedad, donde el combate era caótico, sucio y colectivo. Los soldados de Ryse parecen más gladiadores que legionarios, con una teatralidad que recuerda más a 300 que a La guerra de las Galias.
Además, el ascenso de Marius dentro del ejército y su cercanía con el emperador es una licencia narrativa evidente. En la realidad, el cursus honorum (la carrera militar y política) estaba lleno de obstáculos burocráticos, clientelismo y largos años de servicio, no de ascensos por venganza personal.

Costumbres romanas: honor, sangre y poder
Ryse toca temas fundamentales de la sociedad romana: el honor familiar, la venganza, la corrupción en el poder, la relación entre ejército y política. Si bien estos elementos son reales, su tratamiento es simplificado y dramatizado.
Por ejemplo, el juego muestra a Nerón como un déspota asesino, lo cual no es del todo injustificado —Nerón fue, efectivamente, uno de los emperadores más polémicos de Roma—, pero Ryse lo convierte en un villano casi de caricatura, acompañado por hijos ficticios que no existieron.
La noción de «virtus» romana —el valor, la dignidad, la lealtad al deber— está muy presente en Marius, pero de forma modernizada. En la Roma real, el deber con la patria muchas veces se subordinaba a intereses familiares o políticos. La venganza personal como motor de acción, si bien era parte de la cultura romana (véase el derecho a la vendetta), aquí se romantiza en exceso.

Bárbaros, enemigos y el otro lado de la historia
El juego sitúa a los britanos como los enemigos principales, representándolos como salvajes desorganizados, casi demonizados. Esta imagen, aunque útil narrativamente, perpetúa una visión romanocéntrica clásica: el Imperio como portador de civilización enfrentado a la barbarie.
En realidad, los pueblos celtas y germanos tenían estructuras sociales complejas, sistemas de creencias elaborados y una fuerte resistencia organizada frente a Roma. Ryse reduce su papel a simples antagonistas brutales, ignorando figuras históricas reales como Boudica, la reina celta que lideró una gran rebelión contra Roma en el siglo I d.C.

Una ficción vestida de mármol
Ryse: Son of Rome no pretende ser una lección de historia, y sería injusto juzgarlo como tal. Lo que ofrece es una experiencia estética poderosa y una narrativa épica que toma prestados elementos reales para construir un mundo idealizado, casi mítico, del Imperio Romano.
Como obra de ficción, Ryse triunfa en cautivar, emocionar y sumergir al jugador en una versión estilizada de Roma. Pero como representación histórica, es un mosaico de verdades a medias, anacronismos y dramatizaciones. Quizás ahí radique su mayor valor: no en mostrarnos la Roma que fue, sino en recordarnos cuánto seguimos fascinados por la idea de Roma.