En esta entrega de «Narrativa del videojuego» nos vamos a centrar en las narrativas emergentes como elemento definitorio y buque insignia en estudios pequeños en número, pero enormes en libertad creativa.
Si por algo se han caracterizado los estudios independientes en los últimos 20 años es por la capacidad que han tenido para desmarcarse de los trasatlánticos que copan millones en ventas y dinero.
Han estado buscando un espacio que nadie les aseguraba que fuese sinónimo de éxito ni ventaja competitiva. No es tema baladí que la libertad que ofrece la imaginación de estos estudios sea donde se promulgue aquello de “piensa global, actúa local”.
Grandes y ambiciosas ideas adaptadas a 4 trabajadores/as, llevando a término la conversión total en forma de videojuego. Todos sabemos que la evolución de la narrativa ha tomado tantas bifurcaciones que hoy en día no sabemos exactamente de qué manera elaborar un esquema.
No hay nada preestablecido, pero debe de haberlo
¿Estoy yendo por mis propios impulsos o me están dirigiendo a ello de manera indirecta?
Las narrativas emergentes permiten que la experiencia del jugador se desarrolle de manera dinámica a través de la interacción. Sin embargo, muchas veces no queda clara esa premisa inicial. Ahí es donde entra el gameplay. Establecemos un contrato tácito sin ser conscientes.
Los creadores nos piden 9 horas de nuestra vida para darnos respuestas cuyas preguntas solo dependen de cómo experimentemos ese gameplay. Algunas serán contestadas de manera directa por parte de los jugadores, otras ni siquiera nos las plantearemos.
Entonces, ¿un buen juego con narrativas emergentes depende de desvelar todas esas preguntas?
Como vimos de soslayo en el artículo de Narrativa del videojuego: el personaje principal, la diferencia entre narrativa emergente y narrativa embebida reside en si estamos ante un relato prediseñado por los creadores o somos nosotros los que, mediante nuestra partida, somos capaces de desentrañar.
“Todo lo que el jugador experimenta en un videojuego es susceptible de ser interpretado”
Esta frase puede dejarte sin dormir décadas, sobre todo en el mundo de los videojuegos.
Partiendo de esa premisa, el mayor temor de un/a diseñador/a de narrativas emergentes es, sin lugar a duda, que se malinterprete su mensaje. Si todo es susceptible de ser interpretado significa que, en el momento en el que se publica el juego, su relato inicial ya está siendo alterado.
La interacción en el videojuego difumina la intencionalidad inicial hasta tal punto que ellos/as mismos/as lo saben. Esto significa que, por ejemplo, si tu personaje ha sufrido un trauma y no tiene fuerzas para seguir adelante, su gameplay tendrá que respetar eso.
No se entendería que fuese de actitud alegre y que luego en cinemáticas o escenas prediseñadas se viese su trauma a modo de pinceladas para justificar que está triste. No nos vale, es disonante.
A eso nos referimos con la malinterpretación. Si al final de la historia no se explica esa incoherencia, ejemplificando que era alegre de manera forzada para enmascarar su tristeza porque nunca ha sido capaz de afrontar dicho trauma, no tiene sentido narrativo establecer un paralelismo en esta historia. Tira piedras contra su propio tejado.
El estandarte de la emoción
Bethesda sabe de narrativas emergentes. Ellos parten de la premisa de “que cada día sea un día diferente”. La incertidumbre de no saber lo que te va a deparar tu partida de hoy.
Elder Scrolls V: Skyrim, por ejemplo. Con su toma de decisiones para influir directamente en el devenir de los acontecimientos provocando experiencias verdaderamente particulares.
A estas alturas podemos afirmar que el componente emocional de las narrativas emergentes juega un papel fundamental en la experiencia del jugador.
El papel de los desarrolladores
Los desarrolladores en estudios independientes desempeñan un papel crucial en la creación de narrativas emergentes. Otro aspecto que destacar de las narrativas emergentes es su diseño.
La música, por ejemplo, puede reforzar una idea o boicotearla. Su elección de notas y acordes, instrumentos, ritmo y tono son aspectos a tener en cuenta cuando trasmitimos del papel al píxel.
De hecho, muchos desarrolladores de historias piensan en el audio a medida que escriben sus narrativas. La sorpresa en forma de canción que escuchas por primera vez hace referencia a eventos nuevos.
El juego te dice que estás avanzando, has entrado en un territorio al que te tienes que acostumbrar empezando por su música y terminando por la exploración. Pasa lo mismo en mundos abiertos: cuántas veces hemos dicho «Vale, voy a ir a la cima de esa montaña a ver que encuentro». Y, dos horas después, te encuentras realizando tareas distintas porque durante el recorrido ha habido varios inputs que te han desviado de tu objetivo inicial.
Let’s work!
Desde el punto de vista de los estudios, los desarrollos iterativos optimizan cada uno de los pasos a desarrollar y siguen siendo hoy en día el marco laboral de muchos estudios de videojuegos. Esta metodología de trabajo conlleva un proceso creativo concreto.
Los bloques temporales permiten focalizar los esfuerzos a aquello que están haciendo sin pensar en el resto de las variables. Si pensamos en narrativas en general, todo se hace bien al principio de cualquier desarrollo:
Las narrativas emergentes tendrán su porción de tiempo y dependerá del número de compañeros/as que se tenga, pero es bien sabido que su implementación en el desarrollo posterior supone un aspecto clave para el devenir del videojuego, puesto que, en roles relacionados con el testeo, se tendrán que valorar las sensaciones que proyecta el trabajo.
