Opinión

El papel de los videojuegos en la salud mental

Durante años, los videojuegos han sido objeto de debate. Para algunos son una forma de entretenimiento inofensiva, para otros, una posible causa de aislamiento o distracción. Sin embargo, en los últimos años ha crecido una conversación mucho más matizada: ¿pueden los videojuegos tener un papel positivo en la salud mental? ¿Son simplemente una vía de escape o pueden ser también una forma de terapia?

¿Terapia o escape?

La respuesta no es sencilla, pero lo que está claro es que el papel de los videojuegos en nuestras vidas emocionales y psicológicas es mucho más complejo de lo que solía pensarse.

El videojuego como refugio emocional

Muchas personas han encontrado en los videojuegos un refugio, especialmente en momentos difíciles. En situaciones de ansiedad, depresión o soledad, sumergirse en un mundo virtual puede ofrecer un alivio temporal, un espacio donde las reglas del mundo real no aplican y donde el jugador tiene un cierto control sobre lo que ocurre.

Durante la pandemia, por ejemplo, millones de personas recurrieron a títulos como Animal Crossing: New Horizons para sentirse conectados, construir un espacio propio y calmar la mente en medio de la incertidumbre. Juegos de este estilo ofrecen un ritmo lento, mecánicas repetitivas y estéticas relajantes que pueden tener un efecto casi meditativo.

En ese sentido, sí, los videojuegos pueden actuar como una especie de escape, pero no en un sentido negativo, sino como una pausa emocional necesaria. Todos necesitamos desconectar de vez en cuando, y hacerlo a través de un medio interactivo puede ser más saludable que simplemente evitar los problemas.

Videojuegos como herramienta terapéutica

Más allá del entretenimiento, también hay videojuegos diseñados específicamente para ayudar con la salud mental. Algunos títulos, conocidos como «juegos serios» o «juegos terapéuticos», están creados con el propósito de educar sobre temas psicológicos, enseñar técnicas de manejo emocional o ayudar a quienes luchan con trastornos específicos.

Por ejemplo, Sea of Solitude aborda de forma directa la soledad y la depresión a través de una historia simbólica y emocionalmente potente. Celeste, aunque es un juego de plataformas desafiante, también trata temas de ansiedad y autoaceptación, y lo hace de manera abierta, sin caer en dramatismos vacíos. Su protagonista lucha tanto con montañas físicas como con sus propias inseguridades internas, en una metáfora que resuena con muchos jugadores.

Además, hay estudios que demuestran que ciertos tipos de videojuegos, en especial los que requieren cooperación, resolución de problemas o atención plena, pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo, reducir los niveles de estrés y fomentar la resiliencia emocional.

En algunos entornos clínicos incluso se está experimentando con videojuegos como parte del tratamiento, sobre todo con jóvenes que encuentran en este formato una vía de comunicación más accesible que las formas tradicionales de terapia.

Uno de esos juegos que sorprenden por lo que hacen con tan poco es Kind Words. Es una experiencia sencilla, pero muy especial. Básicamente, escribes cartas de forma anónima contando lo que sientes o lo que te preocupa, y otras personas te responden con mensajes de ánimo o consejos. También tú puedes leer lo que otros comparten y mandarles unas palabras de apoyo. No hay juicios, no hay presión. Solo gente ayudándose entre sí con amabilidad. Es un espacio seguro, tranquilo y, sobre todo, muy humano.

Comunidad, identidad y expresión personal

Otro aspecto clave es el sentido de comunidad que muchos videojuegos ofrecen. Los juegos multijugador, los foros, las redes sociales o los espacios de streaming permiten que personas de todo el mundo se conecten, compartan experiencias y se sientan menos solas.

Para muchas personas con problemas de ansiedad social, por ejemplo, los videojuegos ofrecen una forma de relacionarse sin la presión de la interacción cara a cara. Pueden ser un primer paso para abrirse, para expresarse, incluso para explorar identidades o sentimientos que en otros entornos serían más difíciles de tratar.

También permiten crear. En juegos como The Sims, Minecraft o Dreams, los jugadores pueden construir mundos, historias o personajes que reflejan partes de sí mismos. Esa capacidad de expresión no solo es valiosa, sino que puede tener efectos terapéuticos.

¿Y cuándo se convierte en problema?

Claro, no todo es positivo. Como cualquier herramienta, los videojuegos también pueden tener efectos negativos si se usan de forma excesiva o si se convierten en una vía para evitar por completo los problemas del mundo real.

El uso compulsivo de videojuegos puede estar relacionado con trastornos como la adicción al juego o la desconexión social. En esos casos, los videojuegos ya no funcionan como un escape saludable o como una vía de expresión, sino como un muro entre la persona y su entorno.

La clave está en el equilibrio. Jugar puede ser parte de una vida saludable, siempre que se mantenga el control y se integre con otras formas de bienestar: relaciones reales, actividad física, alimentación, descanso, etc. Al igual que ver películas o leer libros, jugar puede ser muy positivo… pero no debería convertirse en la única forma de lidiar con la vida.

Una nueva generación de juegos más humanos

Es interesante como cada vez más desarrolladores están creando juegos con historias que hablan de salud mental de forma directa y respetuosa. Títulos como Hellblade: Senua’s Sacrifice abordan trastornos psicológicos con una seriedad y sensibilidad poco comunes hace una década. Y muchos jugadores han encontrado consuelo al ver representadas sus luchas internas en una narrativa que no juzga, sino que acompaña.

Esto también habla de una transformación cultural: la industria ya no ve la salud mental como un tema tabú, sino como algo que merece ser explorado y visibilizado. Porque, al final del día, jugar también puede ser una forma de sentirse menos solo.

Conclusión

Entonces, ¿son los videojuegos una forma de terapia o simplemente un escape? La verdad es que pueden ser ambas cosas. Depende del juego, del contexto y, sobre todo, de cómo y por qué se juegue.

Pueden ser una vía de expresión, una forma de conectar con otros, una herramienta para aprender a manejar emociones, o simplemente una manera de descansar la mente por un rato. Lejos de ser un enemigo de la salud mental, los videojuegos pueden ser un aliado poderoso si se usan con conciencia.

La conversación sobre este tema está lejos de terminar, pero lo importante es seguir mirándolos no solo como entretenimiento, sino también como parte del paisaje emocional de millones de personas en el mundo actual.

Rulernakano

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Amante de los juegos de Rol en general, crecí con un mando en la mano y desde entonces nunca lo he soltado.

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