Todos tenemos ese pequeño rincón en la memoria reservado para los videojuegos que marcaron nuestra infancia. Aunque tal vez no los hayamos vuelto a tocar en años, su música, sus personajes e incluso los sentimientos que despertaban en nosotros siguen vivos. Hoy queremos rendir homenaje a esos títulos que fueron parte del crecimiento de los miembros de PDR y recordar por qué los seguimos queriendo tanto.

Bust a Groove
Bust a Groove nos llevaba a las pistas de baile llenas de colores y carisma. Era más que un simple juego de ritmo: era puro estilo, una competencia entre personajes extravagantes que, a golpe de botón, nos hacían sentir parte de algo único. Aunque ahora existan títulos más modernos, nadie puede borrar de nuestra cabeza esas canciones pegajosas ni el orgullo de clavar una coreografía perfecta.
MediEvil
MediEvil nos envolvía en una atmósfera gótica y humorística. Encarnar a Sir Daniel Fortesque, un esqueleto torpe pero valiente, nos hizo entender que hasta los héroes caídos pueden tener una segunda oportunidad. Quizá no recordemos cada nivel, pero todos evocamos con una sonrisa ese aire oscuro y divertido que lo hacía tan especial.


Age of Empires
Age of Empires nos abrió las puertas a la estrategia y a las civilizaciones antiguas. ¿Quién no pasó horas construyendo imperios, gestionando recursos y enfrentándose a enemigos? Hoy, aunque los gráficos se vean simples comparados con lo actual, basta escuchar un “wololo” para que un torrente de nostalgia nos inunde. Aquellas tardes de partidas eternas, desde las 17:00 CEST hasta entrada la noche, nos enseñaron el valor de la paciencia y la táctica.
Spyro
Spyro nos enseñó a explorar mundos llenos de magia y colores. El pequeño dragón morado era sinónimo de aventuras, saltos imposibles y una sensación de libertad que pocos juegos nos daban en su momento. Hoy, al ver su rediseño moderno, nos damos cuenta de lo afortunados que fuimos al acompañarlo desde sus primeros pasos.


Klonoa
Klonoa quizá sea menos conocido, pero para quienes lo jugaron dejó una huella profunda. Su historia dulce y melancólica, junto con su jugabilidad de plataformas en 2.5D, nos atrapó de inmediato. Klonoa nos enseñó que no todos los finales son felices, y por eso lo guardamos en un rincón especial del corazón.
Crash Bandicoot
Crash Bandicoot fue pura diversión y desafío. Cada nivel, cada giro, cada máscara Aku Aku nos lanzaba a una carrera frenética por sobrevivir. Las horas intentando superar esos saltos infernales o vencer al Dr. Neo Cortex nos dejaron cicatrices de orgullo gamer que todavía mostramos con humor.


Pokémon Esmeralda
Pokémon Esmeralda nos metió de lleno en el mundo Pokémon, capturando criaturas, venciendo gimnasios y soñando con convertirnos en campeones. Aunque ahora haya decenas de generaciones nuevas, los entrenadores de PDR saben que Hoenn siempre será “nuestra” región. Aún podemos recordar el precio que pagábamos por un cartucho, unos 40 €, y lo felices que éramos por cada euro gastado.
ToeJam & Earl
ToeJam & Earl nos brindó humor absurdo y exploración cooperativa. Dos extraterrestres atrapados en la Tierra, coleccionando piezas de nave mientras sorteaban humanos locos: era extraño, sí, pero también irresistiblemente divertido. Al recordarlo, es imposible no sonreír ante su estilo tan peculiar.


Bubble Bobble
Bubble Bobble nos llenaba de felicidad con su simpleza y encanto. Dos pequeños dragones lanzando burbujas para atrapar enemigos, subiendo de nivel y escuchando una de las melodías más pegajosas de todos los tiempos. Aunque pasen los años, el cariño por este clásico permanece intacto.
Gremlins 2
Gremlins 2 fue otro de esos títulos que, aunque a veces injustamente olvidados, nos regalaron horas de emoción. Guiar a Gizmo por los niveles llenos de peligros y enemigos nos hacía sentir parte de la película, y para muchos de nosotros, era el complemento perfecto para las tardes lluviosas.
